
Una Mujer de Corazón Humilde
Humíllense delante del Señor, y él los exaltará. Santiago 4:10
Vivir es una experiencia de humildad. Ya sea que estés encabezando la carrera o hayas quedado última, reconoces que los tiempos, las circunstancias y la gracia de Dios probablemente han jugado un rol mayor para posicionarte en donde estás que lo que tú hayas hecho por tu cuenta. ¡Eso te hace humilde!
En un mundo que trata de hacernos creer que podemos tenerlo todo e incluso hacerlo todo, el ego se apoya sobre un suelo muy inestable. Si le dimos al ego soberanía plena, simplemente nos dejará fuera de juego, porque nos extenuará el esfuerzo de jugar en todas las posiciones del equipo, además de la nuestra.
Nuestro ego cree que podemos hacer todo mucho mejor que los demás. Eso es bueno para introducirnos en el juego, pero hace difícil mantenernos en él. Estamos siempre pateando para marcar una cantidad de goles imposible de lograr.
Si le dimos al ego soberanía plena, simplemente nos dejará fuera de juego, porque nos extenuará el esfuerzo de jugar en todas las posiciones del equipo, además de la nuestra.
Cuando pasas por alto las necesidades del ego, las cosas comienzan a cambiar. Comienzas a vislumbrar para qué te creó Dios, cuál fue el rol único que te asignó en el juego. No te pide que juegues todas las posiciones de la cancha. Solo te pide que juegues en aquella posición para la cual te diseñó.
Las mujeres suelen exigirse sobremanera para jugar el rol de mejor madre, esposa, maestra, amiga, empleada, hija, etc., etc. Al final su ego sufre y asumen que no tienen la capacidad para ganar el juego.
Aquí va el secreto: ya has ganado. Eres la primera opción del entrenador, especialmente elegida por él, y te ha nombrado “mejor jugadora". Eres quien resalta en el partido, cuando aceptas tu posición con gracia y humildad. ¡Deja de estar pensando en el puntaje y sal a dar tu mejor tiro a la vida!