El dolor de llegar a ser
Todos sufren para convertirse en la persona que han sido llamados a ser. Incluso la oruga sufre y lucha para convertirse en mariposa, antes de poder extender las alas para volar.
—Anónimo
Mi familia es propietaria de una compañía de jardinería, fundada por mis padres, Salvador y Soledad De La Mora, hace varios años. Ya a los nueve años, empecé a trabajar en ese negocio rastrillando hojas o haciendo lo que me mandara mi padre. Claro que no me gustaba. Los viernes, la mayoría de los niños sentían entusiasmo por lo que harían el fin de semana. Lo cual no era mi caso. El fin de semana significaba despertar a las siete de la mañana y salir a trabajar con papá.
En la escuela, mientras los demás hablaban sobre sus planes para las vacaciones de primavera o verano, a mí nadie me preguntaba nada porque ya sabían lo que haría: iba a trabajar en los jardines de los demás, con mi padre. No era que él me privara de las vacaciones. Más bien, es porque creía en la disciplina. Creía en mí.
Papá sabía que a menos que conociera personalmente lo que duele la disciplina, jamás podría llegar a ser aquello a lo que Dios me llamaba. Papá sabía que dentro de mí había un ganador, ¡pero que me haría falta la disciplina para que saliera a la luz! Siempre me decía: “El hombre disciplinado siempre gana”. Papá debe haber comprendido bien la enseñanza bíblica que nos ofrece el libro de Hebreos:
Ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella. Hebreos 12:11 (NVI)
Un sábado por la mañana, al bajar de su camioneta, me quejé:
—Papá, de veras me cuesta mucho venir a trabajar, en especial los sábados por la mañana. ¿Puedo irme a casa?
Me miró y contestó con una de las respuestas más profundas que haya oído jamás. Me dijo:
—Hijo, la vida es veinte por ciento gozo y ochenta por ciento dolor. Si aceptas de buena gana el ochenta por ciento de dolor y aprendes algo de ello, podrás disfrutar del veinte por ciento de placer sin nada que lamentar.
Allí estaba yo, escuchando y tratando de entender lo que me decía. Pero había más:
—Si te comprometes a asumir la responsabilidad, a ser puntual, a hacer un buen trabajo incluso cuando prefieras hacer otra cosa, tendrás algo que nadie podrá quitarte nunca: carácter.
Mi padre, Salvador De La Mora, es el hombre más sabio, más humilde, más apegado a los caminos de Dios que haya conocido en mi vida. Ese día sus palabras ardieron en mi corazón dejando una marca. Mucha gente sufre y lucha para poder llegar a ser aquello a lo que han sido llamados, porque no tuvieron un papá que les enseñara lo que mi padre me enseñó.
Tal vez no tuviste un papá así en tu infancia. Quiero que creas conmigo que, sin importar a quién tuviste o no, Dios está dispuesto hoy a darte ese amor fraternal a través del dolor de la conversión. Para que seas el esposo, la esposa, el padre, la madre, el líder, la persona que Dios sabe que puedes ser.
Enfrentar la prueba de la conversión requiere un gran valor ya que implica confrontar el equipaje de tu vida. Todos llegamos a algún punto en nuestras vidas en donde, para poder seguir adelante, tenemos que dejar atrás el pasado.
Una de las más trágicas historias en la Biblia es la del rey Saúl.
Por fuera, se veía como líder, con todo lo que eso implica: bien parecido, alto, fuerte, rico. Pero cuando llegó el momento de ser rey, Saúl se encontró en un lugar que muchos conocemos: oculto tras el equipaje de la inseguridad, el miedo y la duda.
Entonces Samuel reunió a todas las tribus de Israel delante del SEÑOR. Pero cuando buscaron [a Saúl], ¡había desaparecido! Entonces le preguntaron al SEÑOR: ¿Dónde está? Y el SEÑOR contestó: Está escondido entre el equipaje. 1 Samuel 10:20-22 (NTV)
Lo que me encanta de Dios es que no descalificó a Saúl como rey porque este se escondía tras su equipaje. Como sucedió con Saúl, llegar a ser aquello que Dios te ha llamado requerirá que tengas que salir de detrás de tu equipaje.
El equipaje — ya sea espiritual, emocional, relacional o incluso físico— siempre va a parecer más cómodo, más conocido y, de alguna manera, más seguro, que lo que tengas que hacer para convertirte en aquello que es tu llamado en la vida.
Pero Dios te llamará desde donde estés, para que vayas adonde tienes que ir ¡porque Él ve la grandeza de tu futuro! Cree en Dios, cuando te dice que puedes vencer el dolor y el sufrimiento de tu pasado para llegar a ser ese hombre o esa mujer que destinó que fueras.
Podrás sobrevivir a lo que fuiste porque Dios ha prometido, y de hecho es Su solemne voto, transformarte desde adentro al ayudarte a que te eleves por encima de las más difíciles y dolorosas circunstancias y desilusiones de la vida.
Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo. Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y sean cuidadosos de obedecer mis ordenanzas. Ezequiel 36:26-27 (NTV).
Tal vez ese equipaje que te impide avanzar sea el miedo al fracaso. Quizá sientes que has cometido ya demasiados errores, tomando demasiadas decisiones equivocadas, y ahora temes volver a intentarlo. Puede ser que el equipaje tras el cual te ocultas sea todo lo contrario: el miedo al éxito.
Es posible que el miedo a tener que vivir siempre cumpliendo las altas expectativas de tus éxitos anteriores te ha dejado viviendo una vida marginada.
Escucha esta increíble cita escrita por Marianne Williamson, y deja que el mensaje fortalezca tu corazón:
Nuestro mayor miedo no es fracasar. El miedo más grande es que somos poderosos, mucho más de lo que podemos medir. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad, la que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿Quién soy, para llegar a ser brillante, espectacular, con talento, alguien fabuloso? En realidad, ¿quién eres para no ser todo eso? Eres hijo o hija de Dios.
Tu diminuta manera de vivir, no está sirviendo al mundo. No hay nada de iluminado en esto de encogerse para que los demás no se sientan inseguros cuando están contigo. Eres alguien creado para brillar, como sucede con los niños. Naciste para poner de manifiesto la gloria de Dios que hay dentro de ti. Esa gloria no está dentro de algunos nada más.
Está en todos nosotros. Cuando permitimos que nuestra luz brille, inconscientemente les damos a los demás permiso para que hagan lo mismo. Al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.
Dios te está llamando a que des el primer paso y comiences a dejar atrás ese equipaje, cualquiera que sea, que te impide avanzar. Una mujer de nuestra iglesia nos contó a mi esposa y a mí su camino a la plenitud.
Durante más de quince años de matrimonio, Cindy había soportado abusos, abandonos y, finalmente, el adulterio. Su esposo la había abandonado y criaba sola a sus tres hijitos. Como resultado, tuvo que mudarse a casa de un pariente. El dolor en la vida de Cindy había puesto un equipaje de vergüenza, preocupación e incredulidad frente a su futuro.
En su desesperada búsqueda por esperanza y sanidad tuvo que decidir si permanecería herida y quebrantada o si tomaría la valiente decisión de dejar atrás todo aquello en lo que se había convertido su vida.
Estaba en una crisis de fe. Cindy tomó entonces la atrevida decisión de aferrarse a Dios en medio de su angustia. Cuando permitió que le hablaran palabras de restauración y vida, que le llegaron al corazón, descubrió el poder que describe Hebreos:
Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos. Hebreos 4:12 (NTV)
Esta mujer venció la mayor prueba de su vida, la de permitir que Dios obrara en su corazón para convertirse en esa mujer y madre que Él la había llamado a ser. Sin duda fue una de las decisiones más difíciles que tuvo que tomar y hoy sigue dando gracias por haber hecho esa decisión.
Parte de la transformación de Cindy tenía que ver con el hecho de que alguien le dio la mano y la rescató del equipaje, así como le sucedió a Saúl cuando fue elegido para que reinara sobre el pueblo de Israel.
Entonces Samuel reunió a todas las tribus de Israel delante del SEÑOR, y por sorteo se eligió a la tribu de Benjamín. Después llevo a cada familia de la tribu de Benjamín delante del SEÑOR, y se eligió a la familia de los Matri.
Finalmente de entre ellos fue escogido Saúl hijo de Cis. Pero cuando lo buscaron, ¡había desaparecido! Entonces le preguntaron al SEÑOR: ¿Dónde está? Y el EÑOR contestó: Está escondido entre el equipaje. Así que lo encontraron y lo sacaron. Era tan alto que los demás apenas le llegaban al hombro. 1 Samuel 10:20-23 (NTV, énfasis del autor)
Dios siempre te enviará personas ungidas y designadas por Él, llamadas a traer bendición y liberación.
Te enviará a alguien que te ayude a ser lo que Él te ha llamado a ser. Te reto a que seas sensible a las personas que Dios ha puesto en tu vida. La Biblia habla de la protección, la fuerza y la fortaleza de entrar en el poder de trabajar con alguien más.
Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle. Pero el que se cae y está solo, ése sí que está en problemas... Se puede atacar y vencer a una persona sola, si son dos, se ponen espalda con espalda y conquistan; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente. Eclesiastés 4:9-10, 12 (NTV)
El siquiatra cristiano Paul Tournier comparó las decisiones más importantes de la vida con un trapecio.
Nos aferramos a la barra del trapecio mientras vamos de atrás hacia delante, en el aire. Pero para poder aferrarnos al trapecio siguiente, tendremos que soltar ese al que estamos agarrados. Podríamos pasar horas pensando, planificando cómo hacerlo pero, sencillamente, no podremos pasar al siguiente trapecio si no soltamos este que ahora nos sostiene.
La imagen ilustra lo que significa enfrentar la prueba de nuestro dolor. Aunque sigamos aferrados al trapecio del dolor, del miedo y de los hábitos del pasado, podemos ver la libertad y el propósito que Dios quiere darnos en el futuro. Pero tenemos que actuar con valor: ¡tenemos que soltar lo viejo y aferrarnos a lo nuevo! Eso es lo que Dios te está pidiendo que hagas hoy. ¿Lo harás?
En su libro The Meaning of Persons [El significado de las personas], Tournier escribió: “La vida osada no es la que está exenta del miedo sino todo lo contrario. Es la que se vive conociendo a fondo todo tipo de temores, la que avanza, a pesar de todos nuestros miedos”.
He conocido a muchísimas personas que iniciaron su revolución del corazón escondidas tras el equipaje de su pasado. Allí donde antes ese equipaje las hundía y amenazaba con destruir su futuro, su esperanza, su restauración y la verdadera transformación ahora ha traído un futuro que vence y sobrepasa en mucho a su pasado.
¿Qué hay contigo? ¿Responderás hoy? ¿Saldrás de tu escondite, de detrás del equipaje, permitiendo que Dios te transforme el corazón para que seas la persona que te ha llamado a ser? Vale la pena hacerlo, se trata de tu futuro.
¡Vamos! No solamente es tu momento, es tu turno, ahora te toca aferrarte al trapecio y lanzarte hacia un nuevo comienzo. ¡Ve tras él!