Amistad de Dios
Tomando aparte a los doce… (Lucas 18:31)
¡Ah, la valentía de Dios al confiar en nosotros! Puede que digas: «Pero no ha sido muy prudente escogerme a mí, porque en mí no hay nada de bueno, ni tengo valor alguno.» Es por esto exactamente que te ha elegido. Mientras pienses que eres de valor para Él no puede elegirte, porque tienes propósitos propios.
Pero si permites que te lleve hasta el fin de tu autosuficiencia, entonces podrá escogerte para que vayas con Él «a Jerusalén» (18:31). Y esto significará el cumplimiento de otros propósitos que Él no trata ni discute contigo.
Tenemos la tendencia a opinar que porque alguien muestra un don o una capacidad natural, llegará a ser un buen cristiano. Al contrario, no se trata de nuestras dotes, sino de nuestra pobreza; no de lo que traemos con nosotros, sino de lo que Dios pone en nosotros; no se trata de virtudes naturales, ni de fortaleza de carácter, ni de conocimiento o experiencia, todo esto no sirve para nada en relación con él.
Lo único que tiene valor es que seamos incluidos en el proyecto determinante de Dios y convertirnos en amigos Suyos (1 Corintios 1:26-31). La amistad de Dios es con aquellas personas que son conscientes de su condición precaria.
Él no puede realizar nada con quien piense que sirve para algo. Los cristianos no estamos en este mundo para llevar a realizar nuestros proyectos sino para llevar a término los planes de Dios, y está claro que no se trata de la misma cosa.
Desconocemos cuál va a ser el impulso determinante del propósito divino en nuestras vidas, pero sabemos que, suceda lo que suceda, hemos de apegarnos a nuestra relación con Él. Debemos evitar todo aquello que pudiera dañar esta relación y si el problema surge hemos de corregirlo inmediatamente.
El aspecto más importante del cristianismo no es la obra que nosotros llevamos a cabo, sino la relación que mantenemos y especialmente los resultados que la misma produzca. Esto es todo; lo único a lo que Dios nos pide que prestemos atención. Por ello es también el blanco continuo de todos los ataques.