“Damos pues siempre gracias a Dios, por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante de Dios y Padre nuestro, de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia, en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo” - I Tesalonicenses 1:2-3
Que bueno es darle gracias a Dios por nuestros hermanos y recordarles en nuestras oraciones. Es muy importante orar por nuestros hermanos.
A veces hay algunos hermanos que son difíciles de amar, porque no se dejan amar, hacen todo lo posible para que no los amemos. Pero aún ellos necesitan nuestras oraciones. Si oramos por ellos sinceramente veremos como obra Dios.
Es bueno recordar a quienes nos han hecho bien, y a quienes nosotros también les hemos hecho bien, para que Dios siga obrando en ellos y sean fortalecidos en su fé creciendo permanentemente. Pablo menciona muchas veces que, “volvían para ver como estaban”.
Muchas veces preocupados por alcanzar a otros, no nos damos cuenta de la marcha de la fé de aquellos que nos bendicen con su ayuda, sus palabras, su oración, de su consejo, de los que hacen cosas para nosotros.
De tantas ciudades donde estuve predicando durante años, tengo presente tantos recuerdos de cuidados cariñosos, de hermanos, cuyos rostros me acompañan permanentemente y oro por ellos.
Pablo sabe con cuanto amor, él y los hermanos, habían trabajado para Dios y para los demás hermanos confiando en el Señor. Lo valioso de estos hermanos es su trabajo de amor, no lo hacían por obligación, nadie los forzaba. Ellos hacían las cosas que hacían por amor al Señor.
También habla de constancia, no se trata solo de hacer las cosas por amor durante un tiempo y nunca mas. Nuestro trabajo debe estar motivado por la Esperanza. El Señor Jesucristo nos amó, dio su vida en la cruz del Calvario y resucitó para darnos Vida Eterna con El, pero para vivir con nosotros, mientras vivimos en este mundo.
Necesitamos pensar en esta Esperanza que trasciende los umbrales de la muerte. El hombre que no tiene a Cristo, no tiene esta Esperanza, y para él la muerte termina con todo en el cementerio. Dicen: “muerto el perro se acabó la rabia”.
Esto no es así, Dios puso Eternidad en nosotros, y los que creemos debemos saber que un día estaremos en Su Presencia, donde no habrá llanto, ni tristeza, ni dolor y viviremos para siempre con el Señor.
¡Señor ayúdame para vivir siempre pensando en esta Esperanza!.