Isaías 17.7-14
¿Cuándo mira uno a su hacedor? (7-9). Israel siempre se vio tentado a aceptar los valores religiosos de sus vecinos.
Estos colocaron su énfasis en las obras de sus manos para lograr las bendiciones de sus dioses y no entendían para nada las experiencias históricas de salvación de Israel.
Es cierto, sí, que sus vecinos también aprendieron de ellos, pero el péndulo osciló a favor de los vecinos.
El Dios de Israel tuvo exigencias éticas muy altas para con su pueblo. Los dioses de las otras naciones les brindaban una amplia variedad de exóticas festividades y una tentadora libertad sensual.
Cuando sobrevino la tragedia, como sucedió a Israel, y el enemigo se marchó orgullosamente llevándose bienes y personas, entonces Israel pensó en su glorioso pasado y en su Hacedor.
Grave reflexión (10, 11). Pero ni las festividades ni los altares brindaron protección ni ayuda en la hora de la tragedia.
Habiendo dejado a un lado su vital relación con el Dios de su salvación histórica, parecía imposible experimentarle como Roca y Refugio en la hora de la calamidad nacional.
Era como si todo hubiera caído sobre ellos en un solo día: destrucción, aflicción, dolor incurable, desolación. ¿Era demasiado tarde?
Estrépito de naciones (12, 13). El éxito fomenta la ambición. La victoria en la guerra da orgullo a las naciones y sus dirigentes empiezan a hablar como gobernantes omnipotentes hasta el punto de actuar como dioses.
Aun cuando este estrépito de las naciones atemorizó y humilló tremendamente a Israel, Dios tiene poder absoluto y definitivo sobre todas las naciones. Delante de él, son como paja que se lleva el viento.
Para pensar. ¿Cuáles son los dioses ajenos que nos hacen olvidar al Dios verdadero? ¿Nos asusta hoy el “estrépito” de las naciones o podemos verlas como lo que son: paja que se lleva el viento?
Oración. Mateo 6.9-13