Él nos Ayuda en la Debilidad
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
El Espíritu Santo es tan real como Jesús. Aunque Su ministerio terrenal tuvo una corta duración, solo tres años y medio, el Señor Jesús dejó un camino preparado para que la iglesia estuviera apta en el momento de recibir al Espíritu Santo cuando viniese, y fue lo que aconteció en el día del Pentecostés.
Desde ese instante, Él se ha convertido en el eje principal de la iglesia. Como el ser humano es muy dado a caer en oraciones monótonas, que carecen de poder, el Espíritu de Dios ha venido en nuestra ayuda, y al entregarle el control total de nuestra vida, es cuando nuestro nivel de oración adquiere otra dimensión.
Él sabe cómo tocar el corazón del Padre Celestial para que envíe Sus ejércitos angelicales a nuestro favor. El Espíritu Santo conoce los deseos de nuestro corazón, también sabe cuál es nuestra necesidad.
Se presenta ante el Padre usando las expresiones correctas y aquellos gemidos indecibles que jamás podrán expresarse con palabras humanas, y son los que enternecen el corazón de Dios, haciendo que Él extienda Su favor hacia nosotros.
Si logramos a diario entrar en oración en el Espíritu, nunca más volveremos a ser los mismos. Al hacerlo, vendrá una renovación mental, así como bendiciones a la familia y a las finanzas. El lugar secreto es donde conquistamos todo lo que deseamos llegar a ser en Dios.
Eso fue lo que vivieron Pedro y Juan, al entrar en el templo por la puerta llamada la Hermosa, mirando al cojo que les pedía limosna, Pedro dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6).
Pedro se estaba moviendo en la dimensión de lo sobrenatural, por eso la palabra que le dio al lisiado fue una palabra de fe y poder. Lo que él había conquistado en secreto, ahora Dios se lo recompensaba en público.
Debemos entender la manera como Dios obra en nuestro tiempo de oración; allí es donde rendimos la totalidad de nuestras vidas, e invitamos al Espíritu de Dios que tome el control completo de nuestro ser.
Él toma nuestra fe, la cual puede ser del tamaño de un grano de mostaza, y al unirla a Su Espíritu, venimos a ser uno con Él, de esta manera, seremos conscientes de que los milagros ocurren, no por nuestro poder, o carisma, sino por el poder de Dios, que es el que actúa eficazmente en nosotros.
Usted posee la autoridad para reprender el cáncer, la ceguera, la sordera, las hernias, los tumores; tiene autoridad para enderezar la columna vertebral torcida, para orar por personas con problemas en los riñones, etc.; solo debe desatar la palabra de autoridad y moverse en fe, pues Dios lo respaldará porque Su poderosa unción está sobre usted.
No sienta temor, no sea un pastor o un líder de perfil bajo, confíe en Él, y aprenda a moverse en lo sobrenatural. Recuerde siempre que no es usted quien realiza los milagros, Jesús ya los hizo. Solo dé la palabra de autoridad y el milagro sucederá.
Cuando Pedro dio la palabra de autoridad, aquel paralítico se levantó y cinco mil personas más se convirtieron. Jesús quiere manifestarse a través nuestro, Él quiere vivir a través del Espíritu Santo que mora en nosotros para darnos Su unción en todo tiempo, así como lo hizo con Pedro.
Cuando se logra entrar en intimidad con Dios, el Espíritu del Señor llevará a la persona a un nivel de nuevas experiencias. Podrá entender cuál es el designio divino para su vida; su oración será con propósito, pues sabrá cómo interceder por los que ama, y también por aquellos que son difíciles. Es solo en el lugar secreto donde podemos renovar nuestra fuerza espiritual.
ALGO EN QUÉ PENSAR
Cuando mi pequeña hija Belén tenía tres meses de nacida, una noche a las 2:30 de la madrugada, se despertó muy inquieta por causa de una elevada fiebre de 39.5°C. Todos los médicos aconsejan que, cuando un bebé alcanza los 40.0°C, de inmediato debe ser llevado al hospital.
Recuerdo que junto con mi esposa intentamos bajarle la fiebre con paños fríos, no sabíamos qué remedio darle, ya que era muy pequeña. La fiebre seguía subiendo, y la batalla en la mente comenzó.
Una voz me susurraba que debía llevarla al hospital, y cada vez me convencía más, porque era lo correcto, pero otra voz me decía: “Ve a tu lugar secreto y ora por ella…” La indecisión y la duda me paralizaron, no podía hacer ni una cosa ni la otra; estaba acostado en la cama, mientras mi esposa trataba de bajarle la fiebre a mi hijita quien no paraba de llorar.
De repente, una fuerza externa me hizo levantar de la cama y dirigirme hacia el baño donde, cerrada la puerta, derramé mi corazón en oración delante del Padre, como nunca antes lo había hecho.
Me postré, pedí perdón, le di gracias, y rogué por mi hija para que Él interviniera, entonces, una gran paz inundó mi ser y estuve postrado ante Dios como cinco minutos. Cuando salí del baño le pregunté a mi esposa cómo seguía nuestra hija y ella respondió que la fiebre había desaparecido. Al escucharlo lloré de emoción, comprendí que para Dios no hay nada imposible. (Claudio Pereyra).
ORACIÓN
Espíritu Santo, llévame a tener nuevas experiencias Contigo, pues Tú conoces lo más íntimo del Padre. Te ruego que me muestres el deseo de Tu corazón para poder cumplirlo en esta tierra. Gracias porque te humillas al venir a morar dentro de mi ser. Te amo, dulce Espíritu Santo. Amén.
DECLARACIÓN
“Toda mi fuerza está en el Espíritu de Dios. Mi mejor oración es cuando Él intercede por mí”.