Un Dios que provee. El poder de Dios no tiene límites. Hay en la naturaleza tantas cosas que el más sabio de los hombres no entiende todavía.
¡Qué consuelo que ese mismo Dios poderoso, también amante, envíe la lluvia refrescante para nuestras necesidades!
Un Dios que protege. El mundo de los grandes negocios y las grandes empresas – de la maquinaria pesada y los dispositivos automáticos – es algo tremendo.
Sin embargo, la sabiduría de Dios asombra a los mejores cerebros y derrota aun los planes más ambiciosos de los hombres.
¡Qué consuelo que ese mismo Dios se interese por la persona más insignificante! El da ayuda a los que la necesitan y esperanza a los desesperanzados.
Un Dios que preserva. Cuidémonos de tener una visión deformada de Dios. Como todo buen padre, Dios disciplina a sus hijos y los castiga cuando ello es necesario.
Pero es una disciplina que brota de su amor por nosotros. ¡Qué consuelo saber que Dios está actuando para nuestro bien! Tengamos confianza en él; nunca nos abandonará.
Al leer los versículos de hoy, ¿olvidaste las dificultades de Job? Esto es lo que sucede cuando uno pone su mente solamente en Dios. El pensar en él expulsa nuestras preocupaciones y ansiedades.
Así le sucedió a Simón Pedro: cuando miró a su Señor, pudo caminar sobre las aguas; sólo cuando miró a las peligrosas olas que lo rodeaban empezó a hundirse (Mateo 14.29-30).
Para orar. Haz de tu oración un himno de alabanza a Dios quien provee, protege y preserva. Agrádesele, además, por todo cuanto ha significado para ti en tu vida.