El Enfoque lo Cambia Todo.
Primera de Corintios 9.25 dice: «Todo aquel que lucha, de todo se abstiene». Tratar de hacer muchas cosas al mismo tiempo evita que consiga lo mejor. La mejor forma de dar el enfoque correcto a la vida es no poner un signo de interrogación donde Dios ha puesto un punto final.
Un hombre enfocado integra una mayoría. Aquel que comienza muchas cosas, termina muy poco. Si espera para hacer mucho bien al mismo tiempo, nunca hará nada. Aquel que está en todas partes, realmente no está en ningún lado.
Cuando está desenfocado, la vida se vuelve penosa y confusa. «Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu» (Eclesiastés 4.6). Cuando no tiene una buena razón para hacer algo, tiene un buen motivo para no hacerlo. Es asombroso cuánto puede lograr si no se dedica a otra cosa.
«La mente humana es un gran poder dormido hasta que la despierta un deseo específico y una determinación firme para hacer algo», dice Edgar F. Roberts. El enfoque es uno de los ingredientes más necesarios del carácter y uno de los mejores instrumentos del éxito. Sin enfoque, la creatividad malgasta su esfuerzo en una maraña de inconsistencias.
Pocas cosas le son imposibles a la diligencia y al enfoque. Aquello a que dedica el enfoque de su atención recibe la fuerza y el ímpetu. El enfoque es el secreto de la fuerza. Jesús dijo en Lucas 14.33: «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo». Ser discípulo de Cristo requiere enfoque.
Cuando anda enfocado, se apasiona de su sueño; lo verá en todas partes, casi lo podrá oler. El camino bien enfocado y angosto tiene la menor tasa de accidentes. Es importante que la gente sepa qué apoya; asimismo es importante que sepa lo que no tolera. No podemos hacer todo lo que queremos; sin embargo, podemos hacer todo lo que Dios quiere que hagamos.