A veces llegan cartas..otras veces son llamadas telefónicas.
Algunas veces entrevistas o simplemente encuentros casuales o conversaciones familiares que dejan en mi corazón un hondo vacío que parece conducirme al afán, la angustia o la preocupación.
Quisiera dormir o pensar en otra cosa, pero no es posible. Persiste. Persiste insistentemente hasta robarme la paz y la quietud. Sin embargo, cuando leo palabras como las de Pablo a los Filipenses.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, la paz parece regresar, porque cuando llevó todo en oración al Señor, una fuerza interna me capacita para seguir.
Hoy necesito aprender a persistir en oración.
Hay muchas cosas que yo no recibo porque no pido, como lo dice Santiago. Pero sobre todo porque no soy persistente. Hoy quiero aprender a llenar la copa de la oración. Aprender a llenarla la copa intensamente y abundantemente.
En la oración la cantidad como la calidad es importante. Yo no puedo decir que poco pero bueno es lo más importante. Creo que necesito mantener el equilibrio entre la cantidad y la calidad. Que necesito hacer hoy cuando la ansiedad viene a hundirme?
El apóstol Pablo me da la orientación.
Cuando la ansiedad viene, necesito preguntarme que me está produciendo ansiedad y por lo regular la ansiedad viene cuando quiero tomar control de algo que escapa de mi control, porque lo que puedo controlar no me produce ansiedad.
Si hay algo que no puedo controlar eso me trae ansiedad, Pablo me dice que en ese caso sean conocidas mis peticiones delante del Señor. Lo que yo no puedo controlar, Dios lo puede controlar.
Esas peticiones serán llevadas con toda oración y ruego, pero esa oración debe ir acompañada de acción de gracias. El verso siguiente dice, que si hago eso..Entonces: La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará mi corazón y mi pensamiento en Cristo Jesús”.
La paz de Dios va más allá de mi entendimiento. Que buena esperanza, para Días tan ansiosos.
Señor. Yo se que uno de mis peores enemigos es la impaciencia.
La impaciencia rápidamente me lleva al desánimo. Señor enséñame una vez más a entender que las respuestas instantáneas o siempre son los caminos del cielo para hacer las cosas.
Tú me aconsejas siempre en tu Palabra a pararme y esperar quietamente ante el Señor. Yo se que aquellos que esperan en ti y te esperan a ti, sin aquellos que siempre ajustan sus agendas a la tuya y por lo tanto ellos heredaran la tierra.
Quiero ser uno de aquellos que en medio de la ansiedad, decide esperar pacientemente en su altar. Amen.
Dr. Serafín Contreras Galeano
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