De la misma manera que el día y la noche son diferentes, aquellos que han recibido la gracia de Dios en Cristo están llamados a portarse como gente de la luz. ¿Qué implica esto?
Ni siquiera mencionar la inmoralidad (3-4). El dominio sobre las pasiones lujuriosas, el cultivo de la pureza moral en todos sus aspectos es una demanda del vivir cristiano, de luchar por ser auténticos hombres.
El rendirse y someterse a los vicios sexuales, a prácticas vergonzosas es volvernos inútiles. Y este andar en la luz es posible, porque el poder moral más potente del universo está con y en el cristiano: el Espíritu Santo (4.30).
No participar con ellos (6-7). ¿Con quiénes? Tal vez con gente que dice: “¿Qué sería el mundo si no hubiera pecado? O “el pecado es el condimento de la vida”; o que con sus pensamientos, palabras y hechos ponen sobre ellos “el terrible castigo de Dios”.
¿Cuál es tu actitud frente a la conducta “indecente” o los chistes colorados de tus pretendidos (as) amigos o amigas?
Procurar aprender lo que agrada al Señor (8-14). Hay un antes y un después para el cristiano. Cristo, la luz del mundo, hizo la diferencia en el mundo personal de los que se unieron a él por la fe.
Y el que sigue a Jesús, según su promesa, “no andará en tinieblas, sino que tendrá la lumbre de la vida”. ¿Procuras aprender acerca de lo que agrada al Señor?
Oración. “Señor, guárdanos de ser ingenuos sepulcros blanqueados que no pueden aceptar el claro hecho del fracaso en sus vidas…y por eso mismo recibir tu perdón por medio de Jesús. Ayúdanos, en dependencia de ti, a ser la luz del mundo”.