Todos conocemos ese sentimiento. Por eso salió a encontrar a Elías (20a). Todos somos sensibles y a veces hostiles con las personas que nos recuerdan nuestro pecado. Elías tuvo que señalarle que había pecado contra Dios, no contra él (20b).
La amenaza de juicio era terrible. Acab y Jezabel sufrirían una muerte infamante y serían abandonados (19-23). Su familia real desaparecería como la de los primeros reyes de Israel (22).
Podríamos pensar que era demasiado tarde para arrepentirse, tan grande había sido el pecado de Acab (25-26). Había apartado del verdadero Dios a todo un pueblo, incitándolo a la idolatría y la impiedad.
Ahora echemos una mirada a esta serie de reflexiones. ¿Se aplican a nosotros algunos de éstas? Veamos nuevamente los versículos 27-29.
Nunca es tarde para volverse a Dios. Acab se arrepintió sinceramente. Hasta se entregó al ayuno y las lamentaciones (27) y Dios tuvo misericordia de él.
Era demasiado tarde para hacer algo por su familia. La dinastía debía desaparecer. Pero Dios escuchó la oración de Acab. Para él había esperanza. Y la hay para nosotros.
Para pensar. ¿Tendría que ser más fácil para nosotros hoy volvernos a Dios arrepentidos de lo que era para Acab?
Oración. Un sabio dijo: “Nada es demasiado temprano o demasiado tardío para mí, si es hecho en el debido tiempo para Dios”. Señor, Padre, hago mía esta oración: “Me vuelvo a ti ahora”.