Oyentes Pasivos Versus Oyentes Agresivos
Hay dos clases de oyentes: los pasivos y los agresivos. El pasivo no se acerca a Dios con el fin de escuchar una decisión de parte de El.
El oyente agresivo se acerca sabiendo y esperando escuchar diligentemente lo que Dios tiene para decirle. Si se encuentra en el culto de la iglesia su Biblia está abierta y tiene preparada su estilográfica. Si participa de un estudio bíblico es todo oídos y tiene la mente en actitud de aprender.
Si está ocupado en su momento devocional personal, su libreta de nota está repleta de pensamientos sobre el modo de obrar de Dios. El oyente interesado está siempre buscando, averiguando y comparando lo que oye con información anterior que ha acumulado.
Quiere ser sensible a lo que Dios le dice; piensa constantemente:¿Cómo puedo practicar esto? El oyente agresivo aparece acertadamente descrito en Hechos 17.11, donde Pablo, al hablar sobre los cristianos de Berea, dice:«Estos[los de Berea] eran más nobles que los que estaban en Tesalónica,pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así)).
No se limitaban a decir:«¡Ah,viene Pablo!)) Investigaban ellos mismos la Palabra.
Santiago dijo:«Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace).
Notemos la palabra atentamente. Esto significa que tenemos que escuchar y oír la Palabra de Dios con ferviente concentración. No debemos quedarnos sentados en forma indiferente y limitarnos a dejar que la Palabra de Dios se mantenga simplemente en un nivel superficial.
Uno de los problemas actuales en el cuerpo de Cristo es que son demasiados los cristianos que han sido oyentes pasivos durante demasiado tiempo. Esa es la razón por la cual, después de cuarenta años de ser creyentes, se niegan a hacerse cargo de un estudio bíblico o a dirigir una clase; es que «no conocen suficientemente la Palabra de Dios)).
¿Dónde han estado estas últimas cuatro décadas? Vamos a los cultos, miramos la televisión, leemos, escuchamos la radio o concurrimos a reuniones de avivamiento, a seminarios o a conferencias con el fin de escuchar a Dios, no al hombre.
El hombre no tiene mucho que decir, pero cuando Dios habla por medio de sus siervos entonces el oyente tiene que escuchar agresivamente lo que Dios está impartiendo. El oyente pasivo concurre al servicio de la iglesia o al estudio bíblico pero nunca piensa seriamente en lo que Dios está diciendo.
No se involucra en el proceso de escuchar. Si Dios enviara a Charles Stanley una carta y la encabezara de la siguiente forma: QUERIDO CHARLES, y la firmara con el siguiente nombre: JEHOVA DIOS,¿sería yo capaz de dejarla a un lado y leerla después de escuchar las noticias? ¡Por supuesto que no! Abriría la carta con toda reverencia, leería todo el contenido, leería cada palabra atentamente y al terminar tal vez la volvería a leer.
La guardaría en algún lugar muy especial con el objeto de que siempre tuviera el mensaje de Dios al alcance. Como comprenderá el lector la Biblia es justamente esa carta,y deberíamos escucharla atentamente porque se trata de la verdad que nos conformará a la imagen de nuestro Señor.
Si Dios nos habla por medio de las circunstancias,o por medio de nuestro cónyuge, deberíamos prestar mucha atención porque El se está comunicando con nosotros.
Ocurre, frecuentemente, que de la misma voz surge la misma palabra, pero en cada espíritu hay un mensaje diferente. Es por ello que conviene que escuchemos en forma agresiva. Con frecuencia, cuando predico una serie de mensajes, se me acercan muchas personas y agradecen al Señor por la forma en que ha usado su Palabra y su mensaje para cambiar su vida.
Me dicen:«Estoy empezando a ver a Dios desde una perspectiva totalmente diferente». «Ahora veo que Dios me acepta tal como soy». «Veo que la cruz es perfectamente adecuada».
Lo que ocurre es que han pasado de escuchar pasivamente a escuchar en forma agresiva, y el resultado es que su vida se ha visto enteramente transformada. Mateo 7.24 dice: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca».
La fundamentación sólida para la vida resulta de escuchar agresivamente la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Menos que esto no da resultado, equivale a que nuestra vida esté edificada sobre arenas movedizas.