¿Tengo una mente carnal?
Habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales…? (1 Corintios 3:3)
El hombre natural, o incrédulo, no sabe nada sobre carnalidad. Los deseos de la carne que pelean contra el Espíritu, y la guerra del Espíritu contra la carne, que se inicia con el nuevo nacimiento, son lo que producen la carnalidad y la conciencia de la misma. Pero Pablo dijo: «Andad según el Espíritu, y no cumpliréis los deseos de la carne» (Gálatas 5:16, V.M.). En una palabra, desaparecerá la carnalidad.
¿Tienes un temperamento agresivo, y te alborotas fácilmente por cosas insignificantes? ¿O crees que ningún cristiano nunca es así? Pablo dijo que sí, y relacionó estas actitudes con la carnalidad. ¿Hay alguna verdad en la Biblia que al confrontarla con tu conducta despierta en ti rencor o resentimiento? Si es así, es prueba de que sigues siendo carnal. Pero si el proceso de santificación está en marcha en tu vida, no quedarán trazas de esta actitud.
Si el Espíritu de Dios detecta algo que esté mal, no te pide que lo corrijas; sólo te pide que aceptes la luz de la verdad y Él lo corregirá. Un hijo de la luz confesará de inmediato el pecado y se abrirá totalmente a Dios. Pero un hijo de las tinieblas dirá: «¡Oh, puedo explicarlo!» Cuando la luz resplandece y el Espíritu introduzca en ti la convicción de pecado, sé hijo de la luz. Confiesa tu mala acción y Dios se ocupará de ella. Más si tratas de vindicarte a ti mismo, demostrarás ser hijo de las tinieblas.
¿Cuál es la prueba de que la carnalidad ha desaparecido? Nunca te engañes a ti mismo; cuando la carnalidad desaparezca, lo sabrás —es lo más real que puedas imaginarte. Y Dios se cuidará de que tengas varias oportunidades de poder darte cuenta del milagro de Su gracia.
La prueba reside en algo muy práctico. Te encontrarás a ti mismo diciendo: «¡Si esto me hubiese sucedido antes, hubiera sentido un gran resentimiento!» Y ya nunca podrás salir de tu asombro en esta tierra al considerar lo que Dios ha hecho contigo.