Sin duda, la enseñanza de este salmo es la de mostrar el poder, el amor y la fidelidad de Dios, a través de los tiempos, al margen de la actitud de los hombres.
La historia debe enseñarnos, al menos, dos cosas. Por un lado, que Dios nunca cambia. Por el otro que, lamentablemente, los hombres tampoco cambian.
Las generaciones anteriores (3). Merecen que se les reconozca un mérito: el de haber mantenido vivo el recuerdo de los hechos poderosos de Dios.
Aun cuando creemos también recordar con gratitud a aquellos hombres del Antiguo Testamento que registraron para nosotros las pruebas de la fidelidad de Dios, a pesar de su propia infidelidad.
La generación actual (3). Al reconocer ese hecho, los hombres de aquella época habían resuelto hacer lo mismo. “Abriré mi boca en proverbios (2a), porque hablaré cosas escondidas… las cuales hemos oído y entendido” (2 y 3).
Hay aquí todo un proceso de transmisión de la verdad que resulta sumamente interesante. Por un lado reconocen la enseñanza que han recibido que les ha sido dada en forma comprensible.
Los mayores que leen estos párrafos, ¿comprenden que su responsabilidad es transmitir ese altísimo conocimiento?
La generación venidera (6). Esto abarca tanto a la generación más joven como a las que habrían de sucederse en el futuro.
De ambas se espera que utilicen esa enseñanza para su edificación espiritual (7), para repetirla a su vez a sus descendientes (6b), y eviten de esa manera, tanto unos como otros, los errores del pasado (8).
¿Qué importancia adjudicas a la enseñanza de la Palabra que recibes de tus mayores? y ¿cómo te preparas para repetirla a los que necesariamente han de seguirte?
Oración. Enséñame, Señor del éxodo, de los salmos, de mis padres y de mi a escuchar la enseñanza de tus maravillas y a transmitirla con el fervor de este salmo.