Usted Puede Vivir como un Hijo de Dios
Tengo algunas noticias extraordinariamente buenas para usted: No hay derrota en su linaje. No hay escasez, ni adicciones, ni mediocridad. Usted es un hijo del Dios Altísimo. Estoy aquí para anunciarle que el Soberano Señor todavía está vivo, que sigue en el trono y que Él es su Padre.
Así que no tiene que comer las uvas agrias de ayer. Sacúdase la autocompasión. No presente excusas. No culpe el pasado. No culpe a sus padres. No culpe sus circunstancias. Posiblemente sean la razón por la que usted está donde se encuentra, pero eso no le da el derecho de quedarse allí.
Comience a tratar con los asuntos que lo están deteniendo. Empiece a activar los genes correctos. Eso fue lo que hizo un buen amigo mío. Fue criado en un hogar sumamente disfuncional. Su padre fue un alcohólico y se ponía muy violento. De niño, mi amigo vio a su padre maltratar a su madre, faltarle al respeto y tener ataques de furia.
Entonces mi amigo creció y terminó igual que su padre. Era un drogadicto que vivía una vida muy violenta e iracunda. Al final de sus veintes, le entregó su vida a Cristo y tuvo un importante cambio. Para abreviar la historia, se hizo pastor de una iglesia grande y era un hombre muy respectado.
Iba por el mundo compartiendo su historia, pero todavía tenía problemas con el enojo. La mayoría de la gente no sabía que aunque Dios lo había liberado de las adicciones, las drogas y el alcohol, su enojo nunca se fue. No lo mostraba en público, pero en casa, cuando solamente su familia estaba presente, las cosas más pequeñas lo hacían explotar. Al igual que su padre, le daban ataques de rabia y era muy agresivo con su esposa.
A mi amigo no le gustaba. Sabía que estaba mal, pero no se podía controlar a sí mismo. Quería obtener ayuda, pero estaba demasiado avergonzado. Él pensaba: No le puedo decir a nadie. Soy pastor de una iglesia. ¿Qué van a pensar de mí? Se supone que debo ser un ejemplo.
Pero muchas personas fallan en entender que uno no es una mala persona solamente porque está batallando con un problema difícil. Lo más probable es que alguien en su línea familiar abrió la puerta. Alguien permitió esa iniquidad y luego se rehusó a tratar con ella. No sea como ellos. No lo barra debajo del tapete, no lo ignore ni espere a que se vaya. Fracasar en tratar con ello lo mantendrá en cautiverio.
Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Hay algunos problemas que usted no puede vencer por sí solo. Tiene que tragarse su orgullo y encontrar a alguien en quien pueda confiar, alguien que mantenga como confidencial lo que usted le comparta; quizá un pastor, un consejero o un amigo. Dígales con lo que está tratando. Permítales orar con usted, apoyarlo y que le tomen cuentas de su vida.
Cuando usted saca a la luz sus desafíos y dice: “Dios, necesito ayuda con esta falta”, y toma los pasos para vencerlo, es cuando la Escritura dice: “Para que sean sanados”. Eso fue lo que hizo mi amigo. Hoy, es una de las personas más amables y gentiles que podrá conocer.
¿Qué hizo? Rompió la maldición generacional. Escogió la vida para que sus hijos no tuvieran que lidiar con la ira o las adicciones. Desactivó ese gen. Sigue en él. Lo heredó, pero no le está afectando.