Velando con Jesús
Quedaos aquí, y velad conmigo. (Mateo 26:38)
«Velad conmigo.» Lo que Jesús les estaba diciendo era: «Velad sin intentar meditar ni razonar ningún punto de vista ni perspectiva propia vuestra, sino velad simple y llanamente conmigo.»
En las etapas tempranas de nuestra vida cristiana, no velamos con Jesús, sino que velamos por Él. No velamos con Él a través de la verdad revelada de la Biblia ni en las circunstancias de nuestras vidas. Nuestro Señor quiere introducirnos a la plena identificación con Él mismo a través de nuestro «Getsemaní».
Pero rehusamos proseguir, diciendo: «No, Señor, no consigo ver el significado de esto, y, además, es muy doloroso.» ¿Y cómo podemos velar con Alguien que es inescrutable? ¿Cómo vamos a comprender suficientemente a Jesús para velar con Él en Su Getsemaní, cuando no sabemos por qué está padeciendo? No sabemos cómo velar con Él, sólo estamos acostumbrados a la idea de que Jesús vele con nosotros.
Los discípulos amaban a Jesús hasta el límite de su capacidad natural, pero no comprendían plenamente Su propósito. En el Huerto de Getsemaní durmieron como resultado de su propia tristeza, y después de tres años de la más estrecha y entrañable relación de sus vidas, «todos… le abandonaron y huyeron» (26:56).
«Todos fueron llenos del Espíritu Santo…» (Hechos 2:4). Los mismos «todos»; ahora bien, entre tanto había tenido logar algo maravilloso: la muerte de nuestro Señor, Su resurrección y ascensión; y los discípulos habían sido «llenados por el Espíritu Santo».
Nuestro Señor había dicho: «Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…» (Hechos 1:8). Esto significaba que aprendieron a velar con Él el resto de sus vidas.