Hace unos cien años, vivía en Bristol un cristiano mercader, que era famoso por su generosidad con los pobres y sus éxitos en el negocio. La Providencia de Dios parecía sonreírle en todo.
Se decía que nunca había asegurado ni perdido ni un solo barco, Sin embargo estaba viajando uno vez de retorno a su hogar, cuando su navío chocó contra una roca que abrió una vía de agua tal que amenazaba con su destrucción.
Inmediatamente se adoptaron medidas para salvar el bagaje, pero todo parecía inútil, pues el agua subía rápidamente.
Sin embargo, el agua ceso de subir instantáneamente, sin ninguna causa aparente, y el barco pudo llegar a Bristol sin novedad.
Al examinar el agujero se encontró un pez, que se decía ser un delfín. Se había introducido en el agujero que había abierto la roca al chocar tonel casco, privando así de que el agua entrara durante el resto del viaje.
Como memoria de este singular suceso, En todas las procesiones públicas organizadas en Bristol en días especiales se lleva la figura de un delfín en hombros de los niños educados en las escuelas de caridad fundadas por mister Colstone.