De la Desesperación a la Salvación

De la desesperación a la Salvación: El poder de la oración en medio del caos.

De la desesperación a la salvación, Dios escribió una historia de redención en medio del sufrimiento. Lo que parecía una cadena de tragedias sin fin —heridas, robos, adicción y enfermedad— se convirtió en el escenario donde un corazón endurecido se rindió al amor de Cristo.

DICK RUSSELL tenía un grupo de estudio bíblico. Por sugerencia de su esposa, un hombre no creyente se unió al grupo y descubrió que en realidad disfrutaba la aceptación que halló allí, especialmente el tiempo de oración.

Se dio cuenta de que incluso los hombres creyentes tenían serios problemas con los cuales lidiar en sus vidas, y semana tras semana alababan a Dios por las oraciones contestadas.

No siendo ajeno a los problemas familiares, el hombre le confió a Dick una noche durante una visita: “¿Sabe? A mi hijo le dispararon en el ojo con una escopeta de perdigones. El daño en la retina amenaza su vista. Quisiera que oren, Dick, para que Dios le restaure la vista.” Así que convinieron y comenzaron a orar.

Al día siguiente, el médico descubrió dos cataratas, una en cada ojo, junto con el daño en la retina. El hombre se postró ante Dios mientras el médico hacía su trabajo. Pero cuando el joven regresó a casa después de la cirugía, descubrió que ladrones habían entrado y robado, dejando todo en caos. Llamó a Dick, y de nuevo oraron. Milagrosamente, la operación fue un éxito: al hijo le pusieron lentes de contacto y recuperó la vista.

Poco después, el teléfono sonó de nuevo. Esta vez, el hombre pidió a Dick que orara por otra necesidad: su hija, adicta a la heroína, estaba destruyendo ventanas y muebles en la casa. “No tiene idea de lo que es literalmente luchar con la hija de uno y sostenerle los brazos mientras la policía le pone las esposas y la saca de casa”, le dijo.

Esto desencadenó acoso por parte de los drogadictos con los que su hija andaba: pandillas en motocicletas, llamadas obscenas y más intentos de dañar la casa. Una terrible experiencia tras otra.

A pesar de todo, el hombre siguió asistiendo al grupo de estudio bíblico. Dick oraba con él en creciente urgencia por esta situación imposible, pero sin revelársela a los demás. Era una carga que llevaba en silencio.

Finalmente, la situación alcanzó su punto más crítico cuando la madre de su esposa —una persona muy cercana a él— sufrió un ataque al corazón. Parecía el golpe final.

Esa noche, el hombre regresó del trabajo, subió a su cuarto sin decir palabra y cerró la puerta. Su esposa, preparando la cena, escuchó un ruido y palabras. Al acercarse, oyó a su marido quebrantado, llorando y confesando ante el Señor cada pecado de su vida:

“Estoy en bancarrota espiritual. Te pido ahora, Padre, por el Señor Jesucristo, que vengas a mi vida.” Al otro lado de la puerta, su esposa lloraba de gozo, viendo cómo Dios había usado esas circunstancias dolorosas para llevarlo a la salvación. Era la respuesta a sus propias oraciones.

YO MERECÍA SER CONDENADO al infierno, pero Dios intervino.

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