Un niño, como de unos ocho años de edad, estaba sumamente enfermo y tenía una fiebre elevadísima.
Le pidió agua a su mamá, y ella le dijo que lo sentía mucho, pero que tenía órdenes del doctor, de no darle agua hasta que no pasara la crisis de la enfermedad. Entonces el niño, procurando humedecer sus labios resecos con la lengua, le preguntó a su mamá:
- Mamá, ¿hay agua en el cielo?
- Si, hijo mío – le contestó la madre. La Sagrada Escritura dice que un caudaloso río de aguas cristalinas desciende del trono de Dios.
Entonces el niño, fijando sus ojos hacia el cielo, y con tono de satisfacción en su voz, dijo:
-¡Qué felicidad!