DAVID ENTRE LOS FILISTEOS. Bosquejos Biblicos para Predicar 1 Samuel 27-29
De todos los desiertos o ciénagas morales a las que el cristiano puede ser llevado por la fuerza de la tentación, ninguna hay más horrible que la del egoísmo. Estas vidas tan egocéntricas son escándalos en la tierra y dolor de corazón en el cielo. Pero que aquel que esté sin pecado arroje la primera piedra.
¿Acaso en los afectos de nuestros propios corazones no hemos obrado en ocasiones como el pródigo emprendiendo un viaje a la provincia apartada? ¿O acaso no hemos buscado nunca, como David, en un ataque de cobardía, el consuelo y la ayuda de los incircuncisos? Que David encontrara reposo entre los filisteos es para nosotros una mayor maravilla que Saúl entre los profetas.
Es deprimente ver al ungido del Señor dependiendo de un rey pagano para su protección, o a un hijo de Dios apartándose para su refrigerio a los placeres de este mundo. Observemos:
I. Por qué fue. Fue tentado a tomar este paso en falso porque
1 TEMIO A LOS HOMBRES. «Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl» (27:1). «El temor del hombre pondrá lazo.» David, al decir esto, estaba negando su santa unción (1 Jn. 2:24). Y éste es un terreno peligroso. Fue ahí que estaba Saúl cuando cayó del favor de Dios (1 S. 15:24).
2 SE OLVIDO DE DIOS. Si no hubiera sido así, ¿cómo hubiera podido llegar nunca a decir: «Nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos». ¿Acaso no hay nada mejor para un hijo de Dios en el día de la angustia que buscar la ayuda de los impíos? ¿Acaso no ha dicho él: «De ningún modo te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre» (He. 13:5, 6). ¿No es esto mucho mejor? En el Salmo 104:5 vemos a David en su mejor aspecto.
II. Cómo logra sus propósitos:
1 ESCAPE A LA PERSECUCIÓN. «Saúl… no lo buscó más» (27:4). Esto no es siempre una bendición sin mezcla (1 P. 4:13). Hay siempre dos formas de escapar a la persecución. La primera es mediante la interposición de Dios en nuestro favor (Hch. 5:19; 12:7), y la otra es si recaemos en los caminos del mundo. El mundo ama lo suyo.
2 SE UNIO EN YUGO DESIGUAL CON UNA PERSONA INCRÉDULA. Está muy clara la manera en que esto sucedió, y era también muy natural. Primero de todo, «halló gracia ante los ojos» del rey de Gat (cf. 27:5). Luego se reconoció a sí mismo como «tu siervo» y fue así ascendido a «guarda de la persona del rey» (cf. 28:2). De esta manera, al negar su verdadero carácter como siervo de Dios, y sometiéndose a otro amo, David vino a quedar bajo un yugo desigual con un incrédulo.
Fue cuando el pródigo hubo abandonado a su padre, y buscó alivio en la «provincia apartada» que se vio constreñido a «allegarse» a un ciudadano de aquella tierra. Los que recaen de corazón pronto se verán recaídos de conducta. Tenemos una evidencia infalible de que estamos «viviendo según la carne» cuando estamos más dispuestos a considerar lo que sería «mejor para mí» (27:1) que lo que será mejor para Cristo y su reino.
3 SE VIO CONSTREÑIDO A ACTUAR DE FORMA ENGAÑOSA. Él y sus hombres habían atacado algunas de las tribus nómadas alrededor de los límites de Egipto; y cuando Aquís le preguntaba: «¿Dónde habéis merodeado hoy?», David le decía: «En el Négueb [sur] de Judá». Y esto era una falsedad deliberada (27:8-12).
¿Y no estaba engañando otra vez cuando pretendió ante el rey de Gat que tenía gran deseo de ir y luchar con los filisteos contra los israelitas? (29:8). ¿Acaso no estuvo, en lo más profundo de su ser, contento de esta vía providencial para escapar al dilema desesperado en el que él mismo se había metido por su temor e infidelidad? Es miserable la vida doble que se ve obligado a llevar el que ha experimentado la gracia salvadora de Dios, y que ha sido hecho partícipe del Espíritu Santo, cuando recae en los caminos del mundo e intenta evitar todo sufrimiento por Cristo.
Si quiere agradar a los hombres ha de actuar hipócritamente, porque en lo más profundo de su ser ha resplandecido la luz verdadera, aunque esté interiormente consciente de que no está caminando en la luz. Nadie, después de haber recibido la santa unción, como David, puede ser el mismo que era antes de la unción, por mucho que pueda caer del goce y poder de la misma. Incluso la sal que ha perdido su sabor es sal aunque insípida. «Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo» (Ef. 6:13).