LA PROMESA DE SU PRESENCIA. Bosquejos Biblicos para Predicar Éxodo 33:12-16
Una gran promesa de un grande y fiel príncipe es un grande y valioso privilegio. Que Dios pronuncie tan solo una palabra, y su Palabra será indefectiblemente cumplida. Él «nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina». Las promesas de pago de nuestra naturaleza humana en bancarrota carecen de valor alguno. «Mi presencia irá contigo, y te haré descansar.» Inquiramos
I. Cómo esta promesa fue buscada. «Dijo Moisés a Jehová: Mira, Tú me dices a mí: Saca este pueblo» (v. 12). Esta promesa fue buscada entonces ante una gran comisión que le había sido encomendada. ¿Cómo podría Él «sacar este pueblo» sin la poderosa y conductora presencia del Dios sometedor? Se ha dicho frecuentemente que «los mandamientos de Dios son sus capacitaciones». Su presencia va siempre asociada con sus mandamientos y demandas. Podemos pedir confiados, y esperar de su todasuficiencia que supla todas nuestras necesidades para hacer su voluntad (2 Co. 9:8).
II. Lo que esta promesa ofrecía. «Mi presencia irá contigo» (v. 14). ¿Quién puede desembalar todos los tesoros contenidos en este baúl? Los tesoros de la tierra y del océano pueden agotarse, pero todas las demandas y necesidades de una humanidad en redención nunca podrán disminuir, ni en el tiempo ni en la eternidad, las riquezas aquí contenidas. Y esta promesa es tuya.
«He aquí que yo estoy con vosotros todos los días» (Mt. 28:20). Esta presencia solo puede ser hecha real para nosotros por medio del Espíritu de Dios que habita en nosotros, así como la presencia o influencia del sol nos es hecha real por medio de la atmósfera. Contrista al Espíritu santo y cierras la puerta a su presencia de gracia. ¡Que su presencia llene nuestras almas así como la gloria llenaba el Santuario!
III. Cuándo fue dada esta promesa. Fue dada en respuesta a un clamor y deseo que era infinitamente grato para Dios. Moisés dijo: «Te ruego que me muestres tu camino, para que te conozca». Aquellos que buscan conocerle «le conocerán y se regocijarán». Él se deleita en manifestarse A SÍ MISMO a estas almas anhelantes, honradas y devotas. Los de puro corazón verán a Dios.
Él derramará agua sobre los sedientos. Cuán a menudo clamamos por bendiciones en lugar de por Dios. Dios mismo debe ser el gozo de nuestros corazones. El camino a la plenitud de la bendición no es mediante la búsqueda de bendiciones, sino yendo en pos de Dios. Muéstrate para que pueda conocerte a ti. «Y esta es la vida eterna: QUE TE CONOZCAN A TI» (Jn. 17:3), y no solo la vida, sino el amor, el gozo, la paz y el poder.
IV. Lo que esta promesa trajo. Si la presencia de un potentado terrenal crea y manifiesta tales distinciones entre los hombres, ciertamente podemos esperar que la presencia de Dios traerá asimismo señales distintivas. Su presencia da la:
1 EVIDENCIA DE GRACIA. «Se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, … en que Tú andes con nosotros » (v. 16). Andar en el goce de su presencia implica que podemos vivir en la plenitud de su gracia. Dulce pensamiento, su presencia significa gracia abundante. Su gracia es hecha suficiente para nosotros, mientras que su presencia va con nosotros.
2 CERTIDUMBRE DEL REPOSO. «Mi presencia irá contigo, y te haré descansar» (v. 14). Reposo para cada paso del camino, y en cada circunstancia de la vida. Su presencia da reposo como la presencia del sol da luz, o como la vid da su savia al pámpano que permanece en ella, o mejor aún, como la presencia de la madre consuela al hijo enfermo. «Venid a Mí, … y Yo os haré descansar». Permaneced en Mí, y vuestro reposo permanecerá. «No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo». Su presencia da reposo
1 Del poder del pecado.
2 Del temor al hombre.
3 De las ansiedades del mundo.
4 De las inquietudes del servicio (Mt. 11:29).
5 Y también
3 EL PODER DE SEPARACIÓN.
«Que Tú andes con nosotros, y… seamos apartados» (v. 16). Su presencia con ellos los separó de la tierra de Egipto y de la casa de servidumbre. Su presencia con Abraham lo separó de Ur de los caldeos, de su familia y de la casa de su padre (Gn. 12:1). El aceite santo, símbolo de la presencia de Dios el Espíritu Santo, separó a Aarón y a sus hijos para el servicio de Jehová.
La presencia de Dios con nosotros, por el Espíritu Santo, nos separará de la vida y de los pensamientos del mundo, del dominio de Satanás, y de la tiranía del yo.
SU PRESENCIA SEPARA. Si nosotros no salimos y nos separamos de lo inmundo, entonces debemos separaros de la presencia. «¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?»