Esforzándonos en la Gracia
“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”.
(2 Timoteo 2:1)
¿Qué es la gracia? La gracia es el favor inmerecido de Dios. El apóstol Pablo, en una manera muy familiar, le hace algunas recomendaciones a su hijo espiritual Timoteo y le motiva a que ponga todo de su parte para que pueda mantenerse en la senda de la gracia que nos fue otorgada a través de Jesucristo.
Sabemos que toda actividad implica esfuerzo, pero cuando alguien se entrega a la obra de Dios requiere uno mayor. Cuando el Señor escogió a Josué, para que guiara al pueblo de Israel a la tierra prometida, le sugirió tres veces que se esforzara, esto lo encontramos en el capítulo 1 del libro de Josué:
“Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos” (Josué 1:6). Se requería un esfuerzo para poder administrar; cuando alguien tiene una responsabilidad necesita sabiduría divina de cómo delegar y administrarla.
Luego le dijo: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas” (Josué 1:7). Note que para obedecer la Palabra de Dios se requiere un esfuerzo; lamentablemente, muchos cristianos leen la Biblia en la mañana, pero durante el día no se esfuerzan por retenerla, se desconectan de lo que leyeron.
El apóstol Santiago dijo: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago. 1:22). A medida que estudiemos la Palabra de Dios, nuestra mente se irá iluminando y podremos comprender todo lo bueno que Dios tiene para nosotros, sabiendo que esto es lo que nos llevara a la prosperidad.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:79). Cuando hay un esfuerzo acompañado de valentía tiene que haber ausencia de temor. Recuerde que: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan. 4:18).
El amor de Dios en el corazón de los hombres es luz resplandeciente que disipa toda tiniebla y este es el motivo por el cual no hay lugar para el temor.