Pacto
Convenio que expresa la relación especial de Jehová con su pueblo y resume la forma y estructura de la religión bíblica en ambos testamentos. La palabra hebrea (berit) aparece 285 veces en el Antiguo Testamento y la palabra griega (diatheke) 33 veces en el Nuevo Testamento; ambas se traducen «pacto».
Pactos Humanos
El pacto siempre es un acuerdo mutuo entre dos o más socios que los vincula y obliga a una reciprocidad de beneficios y obligaciones. No solo lo vemos en pactos bilaterales, sino también concertados entre grupos (Josué 9:15; Abdías 7). El Antiguo Testamento da varios ejemplos de pactos humanos:
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Compromiso matrimonial: El matrimonio es un pacto (Malaquías 2:14; Ezequiel 16:8).
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Relaciones familiares: A través de un pacto, Jacob y Labán entran en relaciones familiares (Génesis 31:44–54).
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Relaciones de amistad y compromiso de unión para la vida: En un pacto, Jonatán sella con un regalo la dádiva de su propia vida a su amigo David (1 Samuel 18:1–4; 20:4–17).
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Promesa de buenas relaciones y obligaciones sociales mutuas: Abimelec e Isaac hicieron un pacto de no agresión (Génesis 26:23–33).
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Reconocimiento de una propiedad: Abimelec y Abraham hacen un pacto en el que se asegura que Abraham es dueño de un pozo (Génesis 21:22–34).
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Compromiso de apoyo político: Abner se compromete con David para luchar por hacerlo rey de todo Israel (2 Samuel 3:12–21).
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Compromiso de liberación de esclavos: Sedequías se compromete con los ricos de Judá a liberar a sus esclavos (Jeremías 34:8–22).
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Tratado de un rey vasallo con un rey soberano: El rey de Judá se sometió al rey de Babilonia (Ezequiel 17:11–21).
Concepto Teológico en el Antiguo Testamento
Adán
Aunque la palabra no se usa en Génesis 1–3 ni aparecen todos los elementos tradicionales, el Antiguo Testamento se refiere una vez a la relación establecida entre Dios y → Adán como a un pacto (Oseas 6:7). Se estableció con Adán no solo como individuo, sino como representante de todos los hombres (Romanos 5:12ss). El sábado fue la señal de este pacto (Éxodo 31:12–17).
Muchos teólogos suelen hablar del pacto adámico como «un pacto de obras». Sin embargo, sería más exacto calificar el pacto adámico como pacto de «obediencia», puesto que Dios, como el «Dios de toda gracia» (1 Pedro 5:10), manifiesta su gracia en todas sus obras (Salmos 145:13b, 17), pero exige obediencia de Adán (Génesis 1:29–31; 2:9, 16). La obediencia que Dios espera del hombre debe ser consecuencia de la confianza (fe) en Él y su Palabra (Hebreos 11:6; cf. Génesis 3:1ss), y debe expresarse en la obediencia (Génesis 1:28; 2:15–17; 3:11, 17). El pacto con Adán incluyó también su ubicación en un lugar escogido (→ Edén, Génesis 1:27; 2:8) y poder creador para producir una descendencia santa (Génesis 1:26–28; 2:18–25; 3:15; 5:1–3; cf. 4:1ss).
Noé
El primer uso de la palabra pacto (berit) aparece en relación con → Noé en Génesis 6:18 e implica beneficios para toda su familia. Este pacto se desarrolla en Génesis 9:1–17 donde se aplica a toda la descendencia de Noé y a todo ser viviente. En este caso la gracia prometida no depende de una buena comprensión o respuesta positiva por parte de todos los beneficiados.
Es un pacto eterno cuya señal es el arco iris (Génesis 9:12, 13). Está arraigado en la gracia divina (Génesis 6:8; 9:1–3); requiere una fe que se exprese en obediencia (Génesis 9:4–6; Hebreos 11:7) y la responsabilidad de producir una descendencia santa (Génesis 9:1, 7); es eterno (Génesis 9:12, 16) e implica una bendición universal (Génesis 9:1, 11, 16s). Se puede considerar como una renovación del pacto con Adán y un avance del pacto salvífico con Abraham (Isaías 54:9, 10; 1 Pedro 3:20, 21).
Abraham
En el pacto con → Abraham, renovado con → Isaac y → Jacob, tenemos la expresión clásica del pacto divino (Génesis 3:16–18), y se transmitió por dos tradiciones (Génesis 15; 17). Las bendiciones prometidas incluyen: (1) Una descendencia santa y numerosa; (2) la posesión de la tierra de → Canaán; y (3) la reconciliación con Dios.
La tercera promesa se expresa en Génesis 17:7: «Yo seré tu Dios y el de tu descendencia después de ti», y muestra que, como en los casos de Adán y Noé, el pacto divino no se limita a la relación entre Dios y el individuo que originalmente recibe las promesas. Sin embargo, la exclusión de Ismael (Génesis 17:18–21) y Esaú (Romanos 9:6–13) muestra que aun en el Antiguo Testamento la descendencia física no garantiza el cumplimiento automático de todas las bendiciones prometidas en el pacto. Las promesas se cumplen para «los hijos de los hijos», pero con la condición de que posean una actitud de fe hacia Dios y estén calificados como «los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra» (Génesis 17:9; Salmos 103:17, 18; Romanos 4:13).
Génesis 17 acentúa el hecho de que el pacto con Abraham es eterno (vv. 7–9, 13, 19; cf. Gálatas 3:16–18; Hebreos 13:20), y establece la → circuncisión como señal del mismo. Aunque en el pacto con Abraham resalta el requisito de la fe, permanece vigente la necesidad de la obediencia como expresión ineludible de una fe sincera (Génesis 12:4; 17:1; 18:19, BJ; Hebreos 11:8, 17–19). Aunque el pacto con Abraham es particular y limitado, el contexto muestra que (cf. Adán y Noé) Dios tenía propuesta una bendición universal (Génesis 12:3; Hechos 3:25).
Israel
El mediador del pacto que Dios hizo con el pueblo de Israel en Sinaí fue → Moisés. Este pacto constituía una renovación y desarrollo del pacto con Abraham (Génesis 15:13–21; Éxodo 2:23, 24; 3:15–17; 6:4–8; 32:13; Levítico 26:40–45; Deuteronomio 4:29–31; Salmos 105:8–11, 41–45; 106:45). La continuidad esencial de este pacto con el anterior se destaca en los siguientes elementos:
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Es un pacto arraigado en la gracia divina (Deuteronomio 9:4–6; Ezequiel 16:1–14; 20:4–8).
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Insiste en una actitud de fe por parte del hombre (Éxodo 30:4, 31; 14:31; Números 14:11; 21:9; Deuteronomio 1:31; 9:23; Hebreos 11:23–29).
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Requiere que la fe se exprese en una obediencia radical y de todo corazón (Éxodo 19:5, 6; 20:2ss; 24:7; Deuteronomio 6:4, 5; 10:16).
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Siempre incluye la reconciliación espiritual con Dios como promesa fundamental del pacto (Éxodo 6:7; Deuteronomio 29:12, 13).
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Espera como cosa normal una descendencia santa (Deuteronomio 6:7; 29:29; 30:6), aunque esto nunca es automático (Deuteronomio 32:5, 6, 15ss; etc.).
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Mantiene como meta final la bendición universal (Éxodo 19:5, 6; cf. 1 Pedro 2:9; Números 14:21).
Los principales elementos nuevos (de «caducidad» o «desarrollo») en el pacto con Israel se encuentran en que: (1) por primera vez Dios establece su pacto con una nación (descendiente de Abraham, Éxodo 1:1–7); (2) se multiplican y desarrollan las estipulaciones del pacto en la → ley (Éxodo 20; Deuteronomio 32) hasta convertirse en la constitución de la nueva nación.
David
El pacto que hizo con → David desarrolla la antigua promesa de una descendencia santa (Génesis 3:15; 17:7, etc.). Se anuncia en 2 Samuel 7:12–17; 1 Crónicas 17:10–15 y se recuerda con júbilo en Salmos 89:3, 4, 26–37; 132:11–18; cf. 2 Samuel 23:5. En última instancia es mesiánico (Isaías 42:1, 6; 49:8; 55:3, 4; Malaquías 3:1; Lucas 1:32s; Hechos 2:30–36). El → siervo de Jehová se llama «pacto» en Isaías 42:6, puesto que incorpora todas las bendiciones y cumple todas las estipulaciones. El pacto davídico marca un desarrollo particular dentro del contexto general del pacto mosaico y no se debe considerar totalmente paralelo con aquel.
El «nuevo pacto»
El nuevo pacto prometido en Jeremías 31:31–34 es otra renovación del pacto con Abraham e Israel. Su continuidad con los pactos anteriores se muestra en los siguientes hechos:
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Es un mismo Dios que establece el pacto (vv. 31–33).
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Se hace con un mismo pueblo (vv. 31–33).
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Las estipulaciones abarcan esencialmente la misma Ley antigua (v. 33).
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La promesa fundamental es una misma: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo».
Los nuevos elementos en la renovación del pacto recalcan:
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Una interiorización más profunda de la Ley (cf. Deuteronomio 6:6, 7; Salmos 37:31).
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Una nueva fuerza moral e interior que resulta del nuevo pacto (cf. Ezequiel 36:27; Romanos 8:38s).
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Un nuevo concepto sobre la universalidad del conocimiento de Dios entre su pueblo (Jeremías 31:34, → sacerdote).
Concepto Teológico en el Nuevo Testamento
La promesa de un nuevo pacto (o sea, una renovación decisiva y final del pacto eterno) se cumplió en → Jesucristo (2 Corintios 1:19, 20). Como el segundo Adán (1 Corintios 15:45ss) e imagen de Dios (Colosenses 1:15), Cristo cumple con los requisitos del pacto por parte de todos los hombres y así renueva la imagen divina en el hombre (Romanos 5:12–21; 2 Corintios 3:18). Cristo forma su Iglesia en la que nada puede prevalecer (Mateo 16:18), y nos somete a un lavamiento con agua vivificadora e inmortal, como en el caso de Noé (1 Pedro 3:20s).
En Cristo se cumplen las promesas del pacto hecho con Abraham (Lucas 1:54, 55, 72–75) y con David (Lucas 1:68–71) y las estipulaciones del pacto mosaico con Israel (Mateo 5:17, 18). El nuevo pacto se funda en la sangre de Cristo, su → mediador (Hebreos 12:24), quien identificó este pacto (Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25) con el pacto eterno (Mateo 26:28; Marcos 14:24, BJ).
Puesto que el nuevo pacto representa una confirmación del pacto eterno, las promesas y provisiones fundamentales de los pactos anteriores permanecen vigentes (Efesios 2:12; 2 Timoteo 3:15–17). El → pueblo de Dios todavía se llama «Israel» (Gálatas 6:16), y se desarrolla a partir del núcleo de judíos creyentes (Romanos 11:1–6). Sin embargo, del → olivo se desgajan a los judíos incrédulos y se injertan (Romanos 11:7–24) y hacen miembros de la familia de Dios (Efesios 2:11–22) a los gentiles creyentes. Sigue en efecto el deber de levantar una descendencia santa (Tito 2:14; 1 Pedro 2:9), y ahora este deber incluye la labor evangelizadora (Mateo 28:19, 20; 1 Corintios 4:15; etc.; cf. Deuteronomio 6:7–9).
El nuevo pacto se destaca sobre todo por el gran desarrollo del ministerio del → Espíritu Santo (Hechos 2; 2 Corintios 3:4–18; etc.). Hebreos explica la superioridad del nuevo pacto (9:16, 17), y tanto allí como en Gálatas 3:15–17 la garantía del pacto es la muerte de Cristo, «porque el testamento con la muerte se confirma». Su finalidad también se acentúa por el uso del concepto de un → testamento, que es otro significado del griego diatheke (→ circuncisión; bautismo).
Bibliografía:
L. Alonso-Schokel, «Motivos sapienciales y de alianza en Génesis 2–3», Bíblica, 43, 1962, pp. 305–309. J. Schildenberger, «Alianza», Diccionario de teología bíblica, Herder, Barcelona, 1967. Edmund Jacob, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Marova, Madrid, 1969, pp. 198–204.
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