Este Salmo histórico fue, evidentemente, compuesto por el rey David, porque los quince primeros versículos del mismo fueron usados como un himno en el traslado del arca desde la casa de Obed-edom, y leemos en 2 Crónicas 16:7: «Aquel día, David, alabando el primero a Jehová, entregó a Asaf y a sus hermanos este canto.»
Este Salmo empieza y termina con un «¡Aleluya!» «Alabado sea el Señor». El espacio entre estas dos exclamaciones de alabanza está lleno de tristes detalles del pecado de Israel y la paciencia extraordinaria de Dios; y, verdaderamente, hacemos bien en bendecir al Señor tanto al comienzo como al fin de nuestra meditación cuando el pecado y la gracia son los temas.
Este es un cántico escogido para los «redimidos de Jehová» (vers. 2). Aunque celebra liberaciones providenciales y, por tanto, puede ser cantado por todo aquel cuya vida ha sido preservada en tiempo de peligro, con todo, y tras esto, engrandece principalmente al Señor por bendiciones espirituales, de las cuales los favores temporales son sólo tipos y sombras.
Un cántico o Salmo de David. Para ser cantado jubilosamente como un himno nacional o solemnemente como un Salmo sagrado. No basta con dejar este Salmo simplemente refiriendo al lector al Salmo 42:7-11, y luego al Salmo 40:5-12, aunque se verá inmediatamente que estas dos porciones de la Escritura son casi idénticas a los versículos que tenemos delante.
«Al músico principal»; está destinado, pues, a ser cantado, y cantado en el servicio del Templo. Con todo, no es fácil imaginar a toda la nación cantando estas tremendas imprecaciones.
«Un Salmo de David». No cabe duda de lo correcto del título, puesto que nuestro Señor, en Mateo 22, dice: «Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor.» Con todo, algunos críticos están tan satisfechos de hallar nuevos autores para los Salmos que se atreven a negarlo frente a la afirmación del mismo Señor Jesús.
Este Salmo no tiene título, pero es un himno alfabético de alabanza, que tiene como tema las obras del Señor en la creación, providencia y gracia. El dulce cantor insiste en la idea de que Dios debería ser conocido por su pueblo, y que este conocimiento, cuando se convierte en piedad práctica, es la verdadera sabiduría del hombre y la causa cierta de su adoración permanente.
El Salmo ciento once habla del gran Padre, y esto describe a sus hijos renovados según su imagen. El Salmo no puede verse como una exaltación del hombre, porque comienza con un Aleluya: Alabad al Señor, y su objeto es dar a Dios todo el honor debido a su gracia que es manifestada en los hijos de Dios. C. H. S.
Éste es un Salmo de pura alabanza, y hay en él poco que requiera exposición; un corazón fervoroso lleno de adoración por el Altísimo comprenderá muy bien este himno sagrado. Su tema es la grandeza y bondad condescendiente del Dios de Israel, según se muestra al levantar al necesitado de su condición caída.
Este sublime «Cántico del Éxodo» es uno e indivisible. La verdadera poesía alcanza aquí su cumbre; no hay mente humana que haya podido igualar, y mucho menos exceder, la grandeza de este Salmo. En él se habla de Dios como dirigiendo a su pueblo desde Egipto a Canaán y haciendo que toda la tierra sea conmovida a su venida.
Suscríbete a nuestro Canal de Youtube para ver más mensajes!
VER PAGINA