LOS TRIUNFOS DE LA FE. Bosquejos Biblicos para Predicar Números 13 y 14
Si creemos que Dios ha hablado, deberíamos creer entonces todo lo que dice. Pero ¡ay! no es así. Muchos dicen que creen que la Biblia es todo lo que afirma ser, y sin embargo cuán pocas de sus ofertas son aceptadas, cuán pocas de sus promesas son creídas. «Te mostraré mi fe por mis obras.» ¿Puedes tú mostrarme tu fe si ellas? Sin fe es imposible agradar a Dios. Dios se complace más con la fe que con las obras.
En realidad, la fe es una obra. «Ésta es la obra de Dios, que creáis.» Observamos aquí siete acciones de la fe:
I. Confirma la promesa de Dios. «Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel» (13:27). Era precisamente lo que Dios había dicho acerca de ella. «La fe certifica que Dios es veraz.» Los que prueban su Palabra encontrarán que es fiel. Dios promete paz creyendo, y también descanso.
Si no puedes decir que has encontrado esto no puedes decir que crees en Dios, o le haces mentiroso. La voluntad sometida y la Palabra de Dios nunca pueden diferir, son siempre y precisamente armónicas. Aunque nuestra experiencia no haya aún llegado, la fe siempre tiene que ir muy por delante de la experiencia. Cuando Cristo es creído, Dios recibe honra, porque el alma que es justificada justifica a Dios.
II. Exhibe las pruebas de la fidelidad de Dios. «Y les mostraron el fruto de la tierra» (13:26). Trajeron al desierto (v. 3) aquello que el desierto no podía producir. Cada creyente debería manifestar al mundo frutos que le son contrarios. Cuando ellos vieron el denuedo de Pedro y Juan reconocieron que habían estado con Jesús. La vida de cada creyente debería ser un testimonio de la verdad de la Palabra de Dios.
La gracia de Dios puede transformar la esterilidad en maravilloso fruto. Cada cristiano cuya vida manifieste los frutos de las promesas de Dios condena a los incrédulos. «El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio» (Gá. 6:22). Este fruto forma un hermoso racimo procedente del celestial Escol. Pero ¡ay! qué pocos parecen llevarlo.
III. Aboga por la posesión presente. «Subamos luego, y tomemos posesión de ella» (13:30). La incredulidad siempre espera a una ocasión más adecuada. Si Dios nos ha hecho una promesa, ¿por qué no debemos tomar esta promesa como nuestra en el acto? El deseo de Dios de que la poseamos se ve en la promesa que Él hace. Ésta es la promesa que Él nos ha dado: la vida eterna, una posesión presente.
Aférrate a ella en el acto. El promete descanso del trabajo, y descanso en el trabajo (Mt. 11:28, 29).
No solo en el cielo, sino ya ahora. ¿Estás gozando de ello? Si no, sube ahora, y poséelo. La tierra prometida se extiende ante ti. Si tienes fe, poseerás. La fe valora lo presente, porque sabe que la futura bienaventuranza depende de ello.
IV. Lamenta la necedad de la incredulidad. Josué y Caleb «rompieron sus vestidos» (14:6). Jesús, que tenía todo el poder para salvar, llora sobre la impenitente Jerusalén. Cuando un hombre ha descubierto la infinita gracia de Dios, la incredulidad de los otros le parece una terrible locura. Aquellos cuyos ojos están abiertos a las cosas espirituales y eternas son aquellos cuyos ojos tienen que llorar a menudo por otros.
Aquellos cuyos corazones han sido quebrantados por el amor de Dios sentirán sus corazones frecuentemente heridos por aquellos que lo desprecian a Él. Solo aquellos que creen a Dios pueden apreciar la magnitud de la insensatez y del pecado de dudar de Él.
Cuando la fe desciende, el dolor por el pecado será superficial, tanto en la Iglesia como en el individuo. Si tuviéramos la fe de Cristo, sentiríamos entonces algo de su simpatía.
V. Reposa exclusivamente en el Señor. «Si Jehová se agrada de nosotros, Él nos conducirá a esta tierra, y nos la entregará… Con nosotros está Jehová; no los temáis» (14:8, 9). La fe no pasa por alto las dificultades (13:28), sino que las contrasta con la promesa y con el poder de Jehová. La incredulidad excluye a Dios en sus razonamientos. La fe dice: ¿Hay algo difícil para Él? Los que confían en Él tienen un éxito seguro, porque tienen:
1 Su placer: «Se agrada de nosotros».
2 Su promesa: «Nos conducirá».
3 Su presencia: «Con nosotros está».
4 Su poder: «Él puede».
Aquí vemos cómo un aturdido pecador puede obtener la liberación; no mirando a todos los grandes pecados, o malos hábitos, u otros grandes obstáculos, sino aceptando su promesa y dejándolo todo en sus manos. Por la fe Abraham obedeció, por la fe Pedro anduvo sobre el mar, por gracia sois salvos por medio de la fe.
VI. Sigue a Dios siempre y a todas partes. «Pero mi siervo Caleb… decidió ir en pos de Mí» (14:24). Dios siempre justifica del todo, y siempre, y en todas partes, a aquellos que de continuo confían en Él. Ésta es la vida de la fe. La fe en Dios es un acto, pero es el acto de una fe una vez sellada que se rompe abriéndose, fluyendo de continuo, y regocijándose en fluir, y contando ésta la obra de su existencia. Poco le importaba a Caleb cuántos gigantes hubiera, ni lo grandes que fueran las murallas. Su corazón se apoyaba en Dios. No tenemos que temer a mal alguno si en verdad podemos decir, «me guía Él». Los que le sigan plenamente sufrirán persecución: «Apedreamiento» (v. 10). «Lanzados a la hoguera» (los tres jóvenes hebreos). «Crucifixión». Pero mayor es Aquel que es por nosotros.
VII. Hereda las promesas. «Yo le meteré en la tierra» (v. 24). Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Los tales no son despedidos de vacío. «Hoy estarás conmigo en el Paraíso.» «Yo honraré a los que me honran.» La fe acepta las promesas que son los títulos al cielo ofrecidos por Dios a pecadores que se hallan en bancarrota. Hay aún mucha tierra que poseer: «tierras altas», «tierras soleadas», «tierras felices». «Cree, y verás». Aquí tenemos una pendiente soleada en la ladera del privilegio espiritual. «Tú guardas en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera.» En el Salmo 37 se prometen cinco de los felices campos de Canaán a los fieles seguidores (vv. 3, 4, 5, 7, 11, 34). Dios es fiel.