MANÁ, EL DON DE DIOS. Bosquejos Bíblicos para Predicar Éxodo 16
«Es el pan que Jehová os da para comer» (v. 15). En el capítulo 6 del Evangelio de Juan Jesús enseña que Él es «el Pan de Vida». No hay dificultad alguna para ver a Jesús en este tipo. Que el Señor nos dé corazones llenos de hambre para este pan celestial.
I. El lugar y tiempo del don. El lugar era «el desierto de Sin» (v. 1). El tiempo fue cuando estaban murmurando contra los siervos de Dios (v. 2). ¡Qué verdadera imagen de la posición y carácter del hombre cuando vino Jesucristo! En el desierto de este mundo de pecado, y exhibiendo la naturaleza pecaminosa: «Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro. 5:8). El pecado lleva siempre a un desierto, siendo el desierto una circunstancia apurada y mísera de la que solo Dios puede librarnos.
II. La naturaleza del don. El «maná», que significa «¿qué es?», «porque no sabían qué era» (v. 15). Era su vida en un misterio. Tipo de la Encarnación. «Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne» (1 Ti. 3:16). Mi carne, dijo Él, es verdadera comida. Ellos posiblemente no podían explicar o comprender la formación del maná, pero ello no era necesario para ser salvos de la muerte por medio de ello. No leemos «Ejerced la crítica y ved», sino «Gustad, y ved qué bueno es Jehová».
III. El otorgador del Don. «Es el pan que Jehová os da» (v. 15). No podían comprar este don, no se les pidió que pagaran por Él. Era el don de Dios. «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo». Como el maná, Cristo fue dado para mostrar la gloria del Señor (v. 7). La gloria de su gracia y misericordia y poder salvador se ven en la venida y misión de su Hijo. «Gracias a Dios por su don inefable» (2 Co. 9:15).
IV. El propósito del don. «Os saciaréis de pan, y sabréis que Yo soy Jehová vuestro Dios» (v. 12). Estaban en peligro de morir de hambre, El maná vino a salvarlos de la muerte y a satisfacerlos de manera total. Les trajo «plena salvación». Los judíos tienen un dicho de que «el maná le sabía a cada uno lo que Él quería». Todo hombre que guste a Cristo descubrirá que es exactamente lo que necesita. El precioso Salvador es siempre sabroso para el hambriento pecador. Véase también aquí la unidad de los creyentes: «Todos comieron del mismo alimento espiritual» (1 Co. 10:3). Debemos conocer a Dios, porque Él nos llena con pan del Cielo.
V. Este don fue continuo. «Recogerá diariamente la porción de un día» (v. 4). Lo recogían cada mañana. El maná los salvó, y aquel mismo misterioso maná los guardaba vivos de día en día. Era en verdad una provisión celestial de salvación diaria. Todo esto lo tenemos en Jesús nuestro Señor. Él puede «salvar completamente», hasta el fin, a los que se allegan a Dios por medio de Él. Vivimos por fe en el Hijo de Dios. En Jesucristo hay para cada creyente «la porción de un día». Él nos ha enseñado a esperar esto al poner en nuestra boca esta petición:
«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy» (Mt. 6:11).
VI. Cómo fue revelado el don. «Cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la haz del desierto una cosa menuda, redonda» (v. 14). Parece que el maná venía con el rocío, y que ambas cosas estaban inseparablemente unidas, pero no más que Cristo y el Espíritu Santo, del que el rocío es un emblema de lo más adecuado. Al ascender el rocío, descubría el maná ante los ojos de Israel. Así, por el movimiento del Espíritu Santo es revelado Jesucristo a las almas necesitadas como el Pan de Vida. «Tomará de lo mío, y os lo hará saber» (Jn. 16:15).
VII. El memorial de este don. «Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná, y ponlo delante de Jehová» (v. 33). El maná en la vasija de oro delante de Jehová nos habla de Aquel que vino del Cielo para dar vida, pero que está ahora glorificado en presencia de su Padre: un memorial, por así decirlo, de gracia y salvación. Este memorial en la vasija era también para instrucción de sus hijos, «para que sea guardado para vuestros descendientes, a fin que vean el pan que Yo os di a comer en el desierto».
Este santo memorial es hermosa y perfectamente perpetuado en la ordenanza de la Cena del Señor. El pan y el vino son memoriales de su vida, que fue dada por nuestra salvación. Aquí nosotros, como los hijos de los hijos de los primitivos discípulos de nuestro Señor, vemos en figura el pan por el cual ellos fueron alimentados desde el Cielo. «Señor, danos siempre ESTE PAN» (Jn. 6:34).