Son empleadas como símbolos de agentes del mal (cp. Gn. 40:17); en la parábola del Sembrador, las aves que devoraban la simiente al lado del camino son interpretadas por Cristo como «el Maligno» (Mt. 13:4, 19).
En la parábola de la Semilla de Mostaza el reino de los cielos deviene en un gran sistema con raíces en la tierra, bajo cuya protección hallan refugio las aves (Mt. 13:31, 32). La palabra griega es la misma en ambos pasajes.
En el AT tenemos dos listas de aves impuras (Lv. 13:20; Dt. 14:12-18): El águila, el quebrantahuesos, el azor, el gallinazo, el milano, los cuervos, el avestruz, la lechuza, la gaviota, el gavilán, el búho, el somormujo, el ibis, el calamón, el pelícano, el buitre, la cigüeña, la garza, la abubilla y el murciélago (la clasificación hebrea de las aves era «funcional»; clasificaban como aves todo lo volador.
Al ser la clasificación una actividad basada en criterios que se pueden establecer arbitrariamente, no se puede en absoluto considerar como un error, sino sólo como una clasificación basada en un distinto criterio al que estamos acostumbrados).
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