Epístola del apóstol Pablo, preso (Col. 4:3, 10, 18), escrita probablemente el año 62 d.C., durante su primer cautiverio de 2 años en Roma (Hch. 28:30, 31).
Ciertos historiadores piensan que esta epístola fue escrita en Cesarea (Hch. 23:35; 24:27).
Pablo no había predicado nunca en Colosas, cosa que se demuestra por Col. 2:1. Parece, en base a Col. 1:7, que Epafras había fundado esta iglesia, o que, al menos, ayudó a establecerla; pudo haberse fundado mientras que el apóstol Pablo trabajaba en Éfeso (Hch. 19:10).
Epafras fue a reunirse con el apóstol Pablo (Col. 1:7), y las nuevas que le dio hicieron que escribiera esta carta. Tíquico fue el mensajero que la llevó (Col. 4:7, 8); Pablo le confió también la carta destinada a Éfeso (Ef. 6:21), redactada en la misma época.
Onésimo, que acompañó a Tíquico, llevaba la carta dirigida a un habitante de Colosas, Filemón, de quien Onésimo había sido esclavo. Arquipo, mencionado en Flm. 2 y en Col. 4:17, era probablemente hijo de Filemón.
Los saludos (Col. 4:10-17) muestran que si Pablo no había trabajado personalmente en Colosas, sus amigos habían estado activos y le habían dado a conocer bien a ciertos colosenses. Filemón era uno de sus convertidos (Flm. 19); es posible que hubiera sido convertido en la ciudad de Éfeso.
Los informes de Epafras le revelaron al apóstol que unos falsos maestros orientaban a los colosenses hacia el ritualismo, al ascetismo, y hacia las vanas especulaciones filosóficas. Estos falsos maestros eran judíos (Col. 2:11,16).
Se distinguían por su ascetismo (Col. 2:16, 20-23), que posiblemente recibieran de la secta judía de los esenios. Profesaban además una filosofía mística (Col. 2:8) que aparentemente se envanecía de un conocimiento trascendente de las cosas divinas (Col. 2:18).
Incluso habían introducido el culto a los ángeles (Col. 2:18), lo que atentaba a la todo-suficiencia y supremacía de Cristo. Estos seductores diferían de los judaizantes a los que se opuso Pablo en la Epístola a los Gálatas.
Representaban una nueva forma de error y parece que fueron, en ciertos respectos, los precursores de los gnósticos. Unían al ritualismo la tendencia a la teosofía característica del pensamiento oriental, y estos dos errores demandaban, para el apóstol, una refutación inmediata.
La Epístola a los Colosenses se divide en 4 partes:
(a) Introducción y acción de gracias (Col. 1:1-8);
(b) sección doctrinal (Col. 1:9-3:4);
(c) exhortaciones prácticas (Col. 3:5-4:6);
(d) saludos finales (Col. 4:7-18).
La parte doctrinal es sumamente importante; Pablo empieza con una oración para que aumente en los colosenses el conocimiento de la voluntad de Dios de cara a una vida santa y fructífera.
A continuación describe magistralmente la preeminencia de Cristo, imagen del Dios invisible, Señor supremo del universo, y cabeza de la Iglesia.
A renglón seguido, en el capítulo 2, confrontando a los propagadores del error, el apóstol presenta la evidencia de la plenitud que los creyentes tienen en Cristo, habiendo triunfado definitivamente sobre todos sus enemigos espirituales.
Afirma a los cristianos que solamente la unión con Cristo, mediante el bautismo del Espíritu Santo y la fe, les permitirá experimentar el hecho de la plena salvación.
En respuesta a las pretensiones del ascetismo, les exhorta a la práctica de una vida conforme a las exigencias de la moral y del orden social. El tema de esta epístola está esencialmente centrado en Cristo.
Pablo reafirma la doctrina de la salvación enseñada en las cartas precedentes, pero desarrolla de una manera más completa la primacía de la persona de Cristo, y la total suficiencia de Su obra.
La forma y el fondo de la Epístola a los Efesios y la de los Colosenses dan evidencia de numerosos puntos en común, aunque sus diferencias sean también notables.
La Epístola a los Efesios, redactada en la misma época que la de a los Colosenses, presenta con mayor amplitud el mensaje del apóstol.
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