Es asimismo afirmada de una manera clara. El Espíritu Santo recibe el nombre de Espíritu de Jehová, de Dios, del Señor, con toda la intimidad y unidad que ello comporta (cfr. 1 Co. 2:10-11). El Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17). Dios es espíritu (Jn. 4:24).
El Espíritu habla y actúa como siendo el mismo Dios (Hch. 13:2). Mentirle a Él es mentirle a Dios (Hch. 5:3-4). Le son atribuidas obras divinas (Jb. 33:4; Sal. 104:29-30; Jn. 3:8; 6:63; Ro. 1:4; 8:11; 2 Co. 3:18, etc.).
El Espíritu Santo procede del Padre y es enviado a la vez por el Padre y el Hijo (Jn. 15:26; 14:16, 26; 16:7; Hch. 2:33).
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