Huerto: Dios puso al primer hombre, inmediatamente después de haberlo creado, en un huerto «para que lo labrara y lo guardara» (Génesis 2:8,15). Gustó tanto al hombre esta primera morada, de la cual fue arrojado a causa del pecado (Génesis 3:23,24), que en lo sucesivo se dio al cultivo de numerosos huertos. Gustaba especialmente de los plantados junto a los ríos (Números 24:6). Salomón fue muy amigo de los huertos y los cultivó con ardiente pasión (2 Reyes 25:4; Nehemías 3:15; Jeremías 39:4).
La costumbre de plantar y cuidar huertos era también favorita de la gente sencilla (Deuteronomio 11:10; Jeremías 29:5; Isaías 1:29,30; Lucas 13:19, etc.). En el libro de Cantares la palabra huerto se repite con frecuencia. En 4:12 se dice que la esposa es un huerto cerrado, seguramente refiriéndose a su fidelidad (cf. 4:15s; 6:2).
Cristo frecuentó los huertos cercanos a Jerusalén (Juan 18:1) para dedicarse a la oración. En uno de estos huertos lo apresaron (Juan 18:2ss, → Getsemaní), y en otro lo sepultaron (Juan 19:41,42).
