Hay ocho palabras que designan diversas especies o estados de la langosta. Es imposible determinar de una manera exacta los matices indicados por cada una de ellas, y nuestras versiones utilizan según los casos los términos de langosta saltón; en ocasiones se les deja su nombre heb., particularmente el hagab (Lv. 11:22), etc.
En todo caso, se deben considerar como sinónimos. Los ortópteros saltadores se reparten en dos subórdenes. El primero incluye los saltamontes y langostas, con antenas largas y delicadas, que por lo general son más largas que el cuerpo; en las hembras el aparato de puesta, u oviscapto, está fuertemente desarrollado en forma de sable («Locusta viridissima»). El otro incluye los grillos, que se distinguen en particular por sus antenas cortas y fuertes («Pachytylus migratorius»).
La langosta pasa por tres estados: la hembra deposita sus huevos en una cavidad cilíndrica del suelo, en abril o mayo. El insecto joven, que sale del huevo en junio, es una larva sin alas. Pasa al estado de ninfa cuando tiene alas rudimentarias, encerradas en vainas. Un mes más tarde viene a ser el insecto perfecto, alado, de una voracidad proverbial.
Las devastaciones producidas por las langostas son una plaga digna de figurar entre las de Egipto (la octava, Éx. 10:4). Las dos especies más comunes son la «Aedipoda migratoria» y el «Acridium peregrinum». Se hallan siempre en los desiertos del suroriente, pero de vez en cuando estos insectos se multiplican de manera prodigiosa, invadiendo las zonas habitadas, llevando por todas partes la ruina y la desolación.
Los libros poéticos y proféticos de la Biblia abundan en descripciones casi dramáticas de su poder de destrucción y de la incapacidad humana de resistirlos. En todo caso, los orientales se han nutrido de este insecto, clasificado entre los animales limpios (Lv. 11:21-22; cfr. el ejemplo de Juan el Bautista, Mt. 3:4). Ligeramente asadas, las langostas son secadas al sol y saladas a continuación. Se consumen las partes carnosas, después de eliminar las alas y los intestinos.
Jahn (Bibl. Archeol § 23 ss.) da una descripción sobrecogedora de las langostas. Inmensos enjambres de grillos migratorios, que los orientales denominan los ejércitos de Dios, asolan el país. Marchan en orden, como un regimiento.
Por la tarde, se abaten sobre la tierra y cubren los campos. Por la mañana, cuando el sol ya está alto, se levantan y, si no han encontrado alimento, vuelan a favor del viento (Pr. 30:27; Nah. 3:16-17).
Estas langostas se desplazan en enjambres innumerables y forman frecuentemente una nube de 16 a 18 Km. de largo y de 6 a 8 Km. de ancho, de tanto espesor que el sol no puede pasar a su través; cambian la luz del día en tinieblas nocturnas, y dejan la región visitada sumida en la oscuridad (Jl. 2:2, 10; Éx. 10:15). El ruido de sus alas es ensordecedor (JI. 2:10).
Cuando descienden sobre la tierra forman una capa de hasta 40 cm. de espesor; si el aire está frío y húmedo, o si están mojadas por el rocío, se quedan allí hasta que el sol las haya secado y calentado (Nah. 3:17). Nada las detiene.
Apagan por su inmensa cantidad los fuegos encendidos para auyentarlas llenan las fosas cavadas para impedirles el camino. Escalan las murallas, entran en las casas por las puertas y ventanas (JI. 2:7-9). Devoran todo el verde, arrancan la corteza de los árboles e incluso quiebran las ramas bajo su peso (Éx. 10:12-19; 11. 1:4-12; 2:2-11).
En el lenguaje de Apocalipsis las langostas son la imagen de una plaga sobrenatural que se anuncia para el fin del tiempo. Estas langostas salen del pozo del abismo, teniendo a Apolión como su caudillo. No tocan las plantas verdes, sino que atormentan a aquellos de los humanos que no tienen el sello de Dios sobre su frente (Ap. 9:1-11).
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