Ministerio: Servicio que rinde una persona a otra, que en sentido bíblico generalmente es relación personal no un simple trabajo manual. Josué es el «servidor» o ministro de Moisés (Éx 24.13). Eliseo «servía» a Elías (1 R 19.21). Los ángeles o «ejércitos» son ministros de Jehová (Salmos 103.21).
En el Nuevo Testamento, Cristo es ejemplo de uno que ministra a la humanidad. Él mismo afirmó: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir» (Mt 20.28). La raíz griega del vocablo traducido «servir» o «ministrar» es diákonos, del que viene la palabra → DIÁCONO. Cuando Cristo lavó los pies de los discípulos los ministró como el gran diácono.
El ministerio cristiano al prójimo tiene varios aspectos. De acuerdo con Hch 6.1–7, por ejemplo, existe una responsabilidad social de ministrar para mitigar las necesidades físicas de los necesitados. Si se proporciona alimentos y ropa a los pobres, se visita a los encarcelados o se participa en cualquier servicio social, Jesús declara que «en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mt 25.40).
Pero después de reconocer el ministerio social del cristiano fuera de la iglesia, la Biblia enfoca el ministerio principalmente a los de dentro de la misma (1 Co 16.15; 2 Co 8.1–6; Heb 6.10). Pablo exhorta: «Hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gl 6.10).
Más que cumplir el ministerio social, el cristiano tiene el deber ante el mundo de cumplir «el ministerio de la → RECONCILIACIÓN» (2 Co 5.18). La reconciliación del Nuevo Testamento es vertical, entre el hombre pecador y un Dios de justicia que «hizo pecado» a Cristo (2 Co 5.21) para que el hombre pudiera ser reconciliado. Si falta el ministerio espiritual de reconciliación (2 Co 5.21), cualquier ministerio social tiene poco valor. El ministerio de la evangelización tiene prioridad entre todos los ministerios al mundo.
El ministerio dentro de la iglesia se conceptúa en el Nuevo Testamento sobre la base de los → DONES ESPIRITUALES (1 Co 12.4–11). Cada creyente tiene la responsabilidad de ministrar o servir a sus hermanos conforme al don o dones que el → ESPÍRITU SANTO le ha dado (1 P 4.10). No hay cristiano que no tenga por lo menos un don espiritual (1 Co 12.7), pero es posible pasar por alto el don personal (1 Co 12.1) o descuidarlo (1 Ti 4.14).
Las listas clave de los diferentes ministerios o carismata que reparte el Espíritu Santo se encuentran en Ro 12.6–8; 1 Co 12.8–10, 28–30; Ef 4.11. Según Pablo, la «obra del ministerio» es para «la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4.12; cp 1 Co 12.7).