Muerte (→ Vida)
Fenómeno universal que marca la terminación de la vida, generalmente muy lamentado. En el orden de la naturaleza, lo experimentan tanto las plantas como los animales. No obstante, los primeros seres humanos, → ADÁN y EVA, no fueron creados para morir, sino con una capacidad que no tenían las plantas ni los animales: debían escoger entre la inmortalidad y la muerte. Todo dependía de su obediencia a Dios (Génesis 2:17).
Tanto Adán como Eva desobedecieron al comer del fruto prohibido y murieron (Génesis 3:6). La muerte humana, sin embargo, fue distinta de la de los animales, en que Adán no dejó del todo de existir. Tenía dimensiones físicas, morales y espirituales, y por causa de su desobediencia la misma clase de muerte pasó a todos sus descendientes y a todo el género humano (Romanos 5:12, → PACTO).
La muerte humana no implica dejar de existir; más bien consiste básicamente en una separación. Es la separación entre lo físico y lo inmaterial, o sea, entre el → CUERPO y el → ALMA. La muerte espiritual es la separación del ser humano de su Dios.
>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>La muerte física fue resultado del pecado original, pero Adán no perdió la vida el día que comió del fruto prohibido, sino vivió 930 años (Génesis 5:5). Consistió en dejar de ser inmortal: comenzó a envejecer desde aquel momento y la muerte le fue inevitable. Se supone que si no hubiera desobedecido a Dios, hubiera sido inmortal, tanto física como espiritualmente.
Normalmente la muerte física sigue siendo inevitable para todo ser humano. Sin embargo, ha habido y habrá excepciones. Enoc (Hebreos 11:5) y Elías (2 Reyes 2:1–11) fueron trasladados al cielo sin sufrir la muerte física, y en los últimos días cuando el Señor arrebate a su Iglesia, todos los creyentes que aún vivan en aquel día serán trasladados directamente al cielo (1 Tesalonicenses 4:13–18 → SEGUNDA VENIDA). Por eso Pablo dice: «No todos dormiremos; pero todos seremos transformados» (1 Corintios 15:51). Esto es motivo de gran esperanza y consolación para el pueblo de Dios (1 Tesalonicenses 4:18).
La doctrina de la → RESURRECCIÓN del cuerpo nos indica que la separación del cuerpo y el alma no se considera como un estado permanente. A su debido tiempo los cuerpos tanto de los creyentes como de los inconversos serán resucitados y unidos nuevamente con sus almas (Juan 5:28, 29).
>Con todo, la muerte física es poca cosa comparada con la muerte espiritual, o sea, la separación del hombre de su Dios y la consecuente incapacidad moral.
Adán representó al género humano en la prueba de obediencia en → EDÉN, y como resultado de su pecado original, todos los hombres vivimos desde entonces en un estado de muerte espiritual (Colosenses 2:13). El evangelio anuncia la manera de pasar de muerte a vida (Juan 5:24) y cómo obtener la vida eterna (Juan 3:16). La fe salvadora en Cristo vence a la muerte espiritual y quita el temor de la muerte.
Pablo considera a la muerte física como una victoria nefasta del mal (1 Corintios 15:55), pero para el creyente Cristo ha anulado esta victoria mediante su propia muerte (Hebreos 2:14). A través de su resurrección ha vencido a este postrer enemigo, es decir, la muerte (1 Corintios 15:25, 26). En el último juicio, la muerte misma será lanzada al lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
Solamente durante su vida sobre la tierra tiene el hombre libertad de poner su fe en Cristo y ser librado de la muerte espiritual. La muerte física pone fin a esta oportunidad (Hebreos 9:27). Si en esta vida el hombre no participa por la fe en la victoria de Cristo sobre la muerte, solamente le espera la «segunda muerte», o aquella horrenda separación eterna de su Creador (Apocalipsis 20:15; 21:8).