Regeneración: Cambio radical que el Espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como Salvador. La persona pasa del dominio del pecado al dominio del Espíritu, e inicia el crecimiento y el progreso espirituales cuya meta es la perfección, el llegar a ser semejante a Cristo (Mateo 13:23, Juan 3:5, Romanos 8:29, 2 Corintios 5:17, 1 Pedro 1:21–23).
El término «regeneración» aparece solo dos veces en el Nuevo Testamento (RV). Una es en Mateo 19:28, donde nuestro Señor lo emplea en un sentido escatológico, refiriéndose a la restauración de todas las cosas, cuando los apóstoles participarán con Él en gloria, autoridad y juicio. La otra es en Tito 3:5, donde el apóstol Pablo compara nuestra salvación con un lavamiento o limpieza que purifica la naturaleza pecaminosa del hombre.
Pero la doctrina de la regeneración está implícita en muchísimos pasajes. Quizás el principal de todos sea el de Juan 3:1–12, en el cual se relata la conversación de Jesús y → Nicodemo. Allí nuestro Señor habló del nuevo nacimiento como la condición indispensable no solo para ver o comprender el → reino de Dios, sino para entrar y pertenecer a él.
La figura de un segundo nacimiento da a entender que el cambio debe ser tan radical que en la práctica sea un nuevo nacimiento. La idea de que el hombre está muerto en el pecado, pero que en el Espíritu nace y vive, es prominente en el Nuevo Testamento (Juan 5:24, Efesios 2:1, Colosenses 2:13).
La iniciativa en la regeneración pertenece a Dios y se efectúa por el Espíritu Santo (Juan 1:13, 3:5, 8); los efectos de ella son duraderos (Romanos 8:2, 2 Corintios 5:17). No es posible entender ni explicar racionalmente este cambio, pero sus resultados son evidentes (Lucas 3:8, Juan 3:7, 8).
En el Antiguo Testamento la enseñanza de la regeneración se aplica más bien al pueblo escogido, y se habla de la restauración de Israel como tal. Sin embargo, la base de esta transformación nacional es el cambio moral del individuo mismo; de ahí que los profetas hicieran hincapié en la necesidad de un nuevo corazón.
La salvación que Dios prometió abarca eso: darles un corazón nuevo (Jeremías 24:7, 31:31–33, Ezequiel 11:19). El rey David entendió que la solución del problema espiritual de su naturaleza pecaminosa (Salmos 51:5) era que Dios lo volviera una nueva criatura con un corazón limpio (51:10). Este es el «nuevo hombre» de que Pablo habla varias veces (Efesios 2:15, 4:24).
La regeneración se diferencia de la → justificación en que esta es un cambio en nuestra relación con Dios, mientras que aquella es un cambio en nuestra naturaleza moral. Ambas, sin embargo, son experiencias simultáneas provenientes de la gracia divina. Asimismo, también la regeneración es diferente de la → santificación: la primera es el comienzo de la vida nueva; la segunda es el desarrollo de esta vida hacia la perfección. La regeneración es el nacer, y la santificación el crecer de la nueva vida en Cristo.
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