(a) Heb. «adon»; gr. «kyrios». Estas palabras se traducen como «Señor». Se usan como término de deferencia entre hombre y hombre, como se ve en el trato de los hijos de Het a Abraham (Gn. 23:6); de siervos a dueños y, en una ocasión, de una esposa a su marido (Gn. 23:6; Lc. 16:3, 5; 1 P. 3:6).
El título «Señor» es aplicado a Dios (Sal. 90:1, «Adonai»), y en el NT al Señor Jesús, no sólo como término de deferencia, sino también en reconocimiento de Su Señorío oficial (Hch. 2:36; Fil. 2:11).
Él es enfáticamente el Señor, sobrepujando a todo otro para los cristianos, que se deleitan en considerarlo de una manera personal como «mi Señor» (Lc. 1:43; Jn. 20:13; Fil. 3:8). Para los creyentes colectivamente Él es «Nuestro Señor Jesucristo».
En este título hay también la idea de administración que es de gran importancia observar. Como Hombre, el Señor Jesús es mediador entre Dios y los hombres, y recibe bendiciones para ellos que son administradas por Él como Señor.
«Para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de Él» (1 Co. 8:6). (Cfr. Ro. 5:1, 2, 11, 17, 21, etc.).
El mismo término gr. se emplea con frecuencia en la LXX traduciendo el nombre heb. «Yahweh» (transcrito en la Reina-Valera como Jehová), y pasa al NT como nombre propio en el sentido de Yahweh, como en Mt. 1:20, 22, 24, etc., aunque en castellano sea preciso traducirlo como «el Señor». (Véanse DIOS, y DIOS [NOMBRES DE].)
(b) Gr. «despotês», significa «dueño, señor», en el sentido de un hombre propietario de esclavos. Se aplica a Dios y al Señor Jesús (Lc. 2:29; Hch. 4:24; 2 P. 2:1; Jud. 4; Ap. 6:10; 2 Ti. 2:21.
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