Unigénito Traducción de la voz griega monogenés (que significa único de su género), usada comúnmente para designar a un hijo único.
En la LXX esta voz a menudo traduce el término hebreo yahid (Jue 11.34), término que otras veces la LXX traduce agapetós (o sea amado: Gn 22.2, 12, 16; Jer 6.26; etc.) porque el hijo único era objeto de especial amor. En Lc 7.12 tiene este doble matiz de «único» y «amado».
El Nuevo Testamento reconoce claramente que Jesús tiene una relación única con el Padre (cf. Mc 1.11//s, 9.7//s): es Hijo de Dios y preexistente (Heb 1.2). Pero solo Juan le da expresamente el título de unigénito (1.14, 18; 3.16, 18; 1 Jn 4.9), siempre con el doble sentido de «hijo único» e «hijo amado».
Jesús es el único que puede revelar plenamente al Padre. «Nadie ha visto jamás a Dios, sino el unigénito, que es Dios», tal es la interpretación del texto original de Jn 1.18 (véase O. Cullman, Cristología, p. 354), «que está en el seno del Padre».
En los textos en que la misión del Hijo de Dios se pone en relación con su muerte, el título de unigénito conserva su sentido fundamental de «único», pero tiene un gran matiz afectivo (Jn 3.16).
El unigénito ha salido de Dios (1 Jn 4.9), pero de manera singularísima y distinta de como nacen de Dios los creyentes (Jn 1.13). Sin embargo, Juan no explica en conceptos, sino que deja en el misterio esa manera única en que el unigénito ha procedido del Padre.