Las palabras comúnmente utilizadas en el NT para denotar esta ordenanza son el verbo «baptizõ» y los nombres «baptisma» y «baptismos»; pero ninguno de estos términos se emplea sólo en este sentido.
El verbo se usa también para denotar la purificación ceremonial de los judíos antes de comer, para la que se vertía agua sobre las manos (Lc. 11:38; Mr. 7:4); figuradamente, para significar los sufrimientos de Cristo (Mr. 10:38, 39; Lc. 12:50); y por último, para denotar la ordenanza bautismal.
«Baptizõ» es la forma intensiva de «baptein», «sumergir», y tiene un sentido más amplio que éste. En Hebreos (He. 9:10) «baptismos», referido a los diversos lavamientos rituales ordenados en el AT con referencia a los ritos del tabernáculo, se traduce «abluciones»; sin ningún género de dudas, se refiere a los lavamientos ordenados en Lv. 6:27, 28; 8:6; 11; 13; 14; 15; 16; 17; 22:6; Nm. 8:7, 21; 19, etc.
En el bautismo, la idea expresada es la unión a alguien o a algo. Refiriéndose a los israelitas, se dice en las Escrituras: «todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar» (1 Co. 10:2). Así el bautismo cristiano es la identificación con Cristo en la esfera de Su autoridad y señorío.
(a) BAUTISMO DE JUAN.
El bautismo de Juan tenía lugar en el Jordán, hacia donde las multitudes salían (Mr. 1:4, 5), y es mencionado una y otra vez como bautismo de «arrepentimiento» (Mr. 1:4; Lc. 3:3; Hch. 13:24; 19:4). Los que así se bautizaban debían dar frutos dignos de arrepentimiento (Mt. 3:8; Lc. 3:8).
Ellos confesaban sus pecados (Mt. 3:6), y exhortaban al pueblo a que creyeran en Aquel que vendría tras él, Cristo Jesús, de quien dio él mismo testimonio (Hch. 19:4; cp. Jn. 1:29, 36).
Un residuo piadoso se separó por el bautismo esperando la venida del Mesías; por este bautismo se juzgaron a sí mismos, y se apartaron de la condición caída de la nación. El Señor Jesús fue bautizado por Juan, no en Su caso para confesión de pecados, sino para asociarse en gracia con el residuo arrepentido, para cumplir toda justicia (Mt. 3:15).
Su bautismo por Juan fue también la ocasión de Su ungimiento por el Espíritu Santo para Su ministerio público, y del testimonio del agrado del Padre en Él, Su Hijo.
(b) BAUTISMO CRISTIANO.
El bautismo cristiano implica la confesión de Cristo como Señor, constituyendo la identificación externa con Su muerte, y por ende el salirse o bien del terreno judío, culpable del rechazo de Cristo como Su Mesías, o del terreno gentil, sin Dios ni esperanza en este mundo (Ro. 6:3; Hch. 2:38, 40; Ef. 2:12).
Este bautismo es «al (eis) nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt. 28:19). Y «en (epi, o en los mss. B, C, D) el nombre de Jesucristo». Las Escrituras no dan una enseñanza concreta acerca del modo del bautismo.
El gran tema del bautismo es a quién somos bautizados (cp Hch. 19 3). Pero la idea dada por la palabra es la de lavamiento como con los sacerdotes de antaño (Éx. 29:4) más bien que un rociamiento, como con los levitas (Nm. 8:7).
Pablo dio una importancia secundaria al acto externo a la unidad entre los creyentes (cp. 1 Co. 1:10-15); sí hizo hincapié en el bautismo del Espíritu Santo. (Ver BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO).
Con respecto a quién puede recibir el bautismo, hay posturas divergentes. El Nuevo Testamento no menciona el bautismo de niños como tal; en las conversiones de Lidia, del carcelero de Filipos, y de Estéfanas (Hch. 16:15, 33; 1 Co. 1:16), se afirma que con ellos se bautizó «toda su casa», lo cual incluye en el término griego a todos aquellos que estaban sometidos a la autoridad del cabeza de familia, menores y esclavos.
Se aduce que en el caso de la casa del carcelero de Filipos toda su casa se regocijó. Pero también es un hecho que el verbo creyó está en el original en masculino y singular, pudiéndose aplicar solamente al carcelero (Hch. 16:34).
Todo esto conduce a la conclusión de que con respecto al modo y receptores del bautismo sería imprudente llegar a conclusiones dogmáticas. Con respecto a la naturaleza del bautismo, es un acto externo que se refiere al terreno de confesión, testimonio, en identificación pública con la muerte de Cristo para andar en novedad de vida (Ro. 6 3, 4)
La posición de que el bautismo da el nuevo nacimiento sostenida por la iglesia de Roma en base a Jn. 3:5 es una mala interpretación del simbolismo de las Escrituras, que el apóstol Pablo, en cambio comprendió muy bien: «...el lavamiento de agua por la palabra» (cp. Ro. 10 17 «la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios»).
Así, lo que tenemos en Jn. 3:5 no es bautismo, sino la Palabra de Dios hecha eficaz por el Espíritu.
Las distintas opiniones sobre el bautismo han dado lugar a diversos grupos eclesiásticos entre los cristianos. En un breve artículo como éste, es difícil exponer las diversas posturas y sus pros y contras, y remitimos al estudioso a la bibliografía al final del artículo.
En todo caso, siempre manteniendo vigorosamente el aspecto externo y no salvífico del bautismo, es de lamentar que en lugar de agua de unión, haya venido a ser «las aguas de la rencilla».
(c) BAUTISMO DE MUERTOS
Bautizarse por los muertos. Esta expresión aparece en 1 Co. 15:29. Se han dado muchas explicaciones a este pasaje, pero leído a tenor del contexto en que se halla, leyendo los versículos 20-28 como paréntesis, el v. 18 explica el v. 29, y el v. 19 explica 30:32.
Así, si no hubiera resurrección, los «que durmieron en Cristo perecieron... ¿qué harán los que se bautizan por los muertos?» ¿Para qué ocupar los puestos de los que cayeron, y peligrar a toda hora, como soldados en una guerra, si los muertos no resucitan? ¿Qué aprovechaba a Pablo luchar contra fieras en Éfeso, si los muertos no resucitan?
La alusión a «peligramos a toda hora» y a «batallé» es a los que están en peligro, como soldados en guerra. Bautizarse por los muertos, pues, se dice de aquellos que en la lucha toman el lugar de los caídos, por su profesión de fe hecha pública por el bautismo. No hay lugar para exégesis imaginativas de este texto.
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