El último rey del imperio babilónico. En un banquete profanó los vasos sagrados del templo de Jerusalén, y fue advertido por Dios con la escritura en la pared. Había sido pesado por Dios, y hallado falto.
Aunque fue reprendido por Daniel, no dio señales de arrepentimiento, y en medio de las fiestas la ciudad fue tomada por las tropas de Ciro, dirigidas por Darío de Media (Gobryas o Gubaru).
La reina, probablemente la reina madre, no se hallaba presente en aquella orgía y fue la que hizo saber quién podría interpretar la escritura sobre la pared. Ver MENE.
El caso de Belsasar es uno de los más notables en los que la crítica hostil a la Palabra de Dios mantenía que había aquí una contradicción con la historia, porque no se había hallado el nombre de Belsasar en los registros externos a la Biblia.
Pero ya en 1854, en Mugheir, la antigua Ur, el coronel Rawlinson descubrió una inscripción en un monumento con mención de Belsasar, y después se descubrieron más documentos acerca de él y de Nabónido. Belsasar era el primogénito de Nabónido, y compartió con su padre el reino hasta su derrumbamiento ante los persas.
Nabónido, babilonio, era un usurpador del trono, no perteneciendo a la línea dinástica de Nabopolasar. Parece que se casó con una hija de Nabucodonosor, para consolidar su posición en el trono.
Que Belsasar fuera rey de Babilonia bajo su padre Nabónido explica las intrigantes palabras de Belsasar al ofrecer al que le interpretara la escritura en la pared que sería «el tercer señor en el reino» (Dn. 5:7, 16, 29).
No podía ofrecer el segundo puesto, que era el que tenía él mismo. Bien al contrario de lo que pretendían los críticos, en éste como en tantos otros incidentes ha quedado vindicada la precisión histórica de la Palabra de Dios, mostrándose la invalidez del argumento del silencio.
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