Macedonia: Tierra al norte de la península helénica (Acaya, Hechos 19:21) que se extendía desde el mar Adriático hasta el Egeo. Sus habitantes primitivos no eran helénicos, pero con el tiempo llegaron allí inmigrantes griegos y romanos.
Macedonia no tuvo importancia histórica sino hasta el reinado de Felipe II (359–336 a.C.), quien logró establecer la supremacía macedonia sobre casi toda Grecia. Su hijo → Alejandro Magno (336–323) fundó un imperio que se extendió desde el Nilo en el sur hasta Macedonia en el norte, y hasta la India en el este. Macedonia no se menciona por nombre en el Antiguo Testamento pero se alude al Imperio Alejandrino en Daniel 8:5–8. En 168 a.C. fue conquistada por los romanos y en 142 convertida en provincia romana. Así era el estado político de la tierra en el tiempo de Pablo.
Macedonia fue la primera tierra europea que Pablo evangelizó. Después de recibir la visión del «varón macedonio», Pablo visitó las ciudades macedonias de Neápolis, → Filipos, → Anfípolis, → Apolonia, → Tesalónica y Berea en su segundo viaje misionero (Hechos 16:9–17:13) y volvió a visitar la región en el tercero (Hechos 19:21s; 20:1–12; cf. 2 Corintios 2:13; 7:5; 1 Timoteo 1:3).
Entre los compañeros de Pablo había varios macedonios: Gayo, Sópater, Aristarco y Segundo (Hechos 19:29; 20:4). En Macedonia se levantaron florecientes iglesias que después ayudaron liberalmente a los santos pobres en Jerusalén (Romanos 15:26) y contribuyeron al sostenimiento de Pablo (Filipenses 4:15–18). El apóstol las ponía por ejemplo a las demás iglesias (2 Corintios 8:1–7).