Música: A través del Antiguo Testamento se encuentran numerosas y variadas referencias a la música y los instrumentos musicales del pueblo hebreo. El arte de la música, cantada o ejecutada, permeaba la vida nacional y personal. Lo vemos particularmente en los servicios religiosos (Lv 23:24; 25:9; Nm 10:2, 3; 1 Cr 23:5), en las victorias guerreras (Éx 15:19–21; 2 Cr 20:27, 28) y en las ocasiones sociales (Gn 31:27; Is 5:12; Am 6:5). Abundan en las Escrituras cánticos de regocijo, de acción de gracias, de alabanza, de duelo y de victoria. El libro de los → Salmos, por ejemplo, constituye una admirable variedad de poesías o piezas inspiradas para ser cantadas o recitadas, acompañadas generalmente con instrumentos.
La primera alusión a la música antes del diluvio se encuentra en Gn 4:21, en donde se habla de Jubal, «el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta». Después de aquel cataclismo se menciona a Labán lamentando no haber podido despedir a su yerno Jacob «con alegría y con cantares, con tamboril y arpa» (Gn 31:27).
En oportunidades de gran regocijo la ejecución de instrumentos musicales solía ir acompañada de → danzas. Moisés, después de haber cruzado el mar Rojo al frente del pueblo hebreo, compuso un cántico y lo cantó con los israelitas, en tanto que las mujeres, dirigidas por su hermana María, celebraban la victoria sobre Faraón y sus jinetes «con panderos y danzas» (Éx 15:20). Es de suponer que la relación de los judíos con los diferentes pueblos, pero de manera especial la convivencia con los egipcios por cuatro siglos, influyera en el arte musical hebreo y en la evolución o incorporación de otros instrumentos a los suyos propios.
Los historiadores del reinado de → David proporcionan datos más concretos sobre la práctica musical y la organización de los ejecutantes para las ceremonias religiosas. David poseía un gran don musical que le sirvió para calmar el conturbado espíritu de → Saúl, el rey que le precedió (1 S 16:16, 23). A él se atribuye no solo el crear y cantar los salmos, sino también la invención de instrumentos musicales (2 Cr 7:6).
Cuando llevó el arca a Jerusalén, lo hizo al frente de todo el pueblo con cánticos, → arpas, → salterios, → tamboriles, (→ panderos), → címbalos y → trompetas (1 Cr 13:8). Eligió exclusivamente levitas como músicos y cantores para el tabernáculo (1 Cr 15:16–24) y organizó con esmero el coro y la orquesta. No es posible determinar con certeza el uso de la música en los servicios religiosos, dado que, aparte de las citas ya mencionadas y alguna otra como 1 Cr 23:5 que se refiere a «cuatro mil para alabar a Jehová», las referencias al respecto son escasas e indirectas.
David y los jefes del ejército eligieron como directores de la música del tabernáculo a → Asaf, → Hemán y Jedutún, levitas (1 Cr 25:1, 6), quienes después ejercieron esta misma función en el templo que Salomón construyó (2 Cr 5:12ss). Asaf tenía cuatro hijos, Hemán catorce y Jedutún seis.
Estos veinticuatro levitas, hijos de los tres grandes directores, estaban a la cabeza de veinticuatro bandas de música que se colocaban en orden alrededor del altar de los holocaustos y servían en el templo por turno. Se dedicaban únicamente a aprender y a practicar la música, ya fuese vocal o instrumental (2 Cr 29:25). Cuando el rey Salomón dedicó el templo, los músicos eran prominentes (2 Cr 5:12ss; 7:6). Los dos mil que componían el coro del templo tenían departamentos reservados y recibían salario.
En las ceremonias del segundo templo se redujo el personal de la orquesta y el coro. La orquesta constaba de dos salterios como mínimo y de seis como máximo, nueve arpas como mínimo y su máximo sin límites, dos oboes (→ flauta) como mínimo y doce como máximo, y un címbalo. El coro estaba compuesto por doce hombres como mínimo y su máximo sin límite. Los miembros, todos varones, debían tener como requisito entre treinta y cincuenta años de edad y cinco años de preparación musical.
En tiempo de Cristo el servicio musical del templo era esencialmente el mismo que se practicaba en la época de Salomón. Había dos servicios diarios: el sacrificio matinal y el vespertino. Cada día de la semana se cantaba un salmo específico. El primer día el Sal 24, conmemorando el primer día de la creación, el segundo día el 48, el tercero el 82, el cuarto el 94, el quinto el 81, el sexto el 93 y el séptimo el 92.
No existen datos concretos que permitan conocer la naturaleza de la música hebrea. Tampoco se sabe, a ciencia cierta, si poseían algún sistema de notación. Se han realizado algunos intentos para interpretar los acentos del texto hebreo de los masoretas (→ texto del Antiguo Testamento) como un sistema de signos o símbolos musicales, pero sin resultado positivo.
Los acentos constituían una guía más bien para la recitación que para el canto litúrgico y, además, se originaron posteriormente. No existen datos concretos sobre la música instrumental del templo, pero, según la forma en que los salmos se compusieron, puede deducirse que algunos debían cantarse antifonalmente por dos coros (Sal 13; 20; 38) o por un coro y la congregación (Sal 136; 118:1–4).
Pareciera que después del cautiverio los coros estaban constituidos por igual número de voces masculinas y femeninas (Esd 2:65). Sin embargo, no está comprobado si cada coro era mixto, o si uno de ellos era netamente de voces masculinas y el otro de femeninas. Es muy probable que en vez de cantar se recitara, aunque no se sabe a ciencia cierta en qué forma. Seguramente era muy diferente de la recitación eclesiástica moderna.
En las Escrituras se mencionan muchos instrumentos musicales, aunque no existen datos concretos sobre su forma y construcción. Ha sido imposible clasificarlos acertadamente, pero, dado el intercambio → cultural tan amplio entre los pueblos vecinos de la antigüedad, es probable que los restos arqueológicos y dibujos de los instrumentos griegos, romanos y egipcios nos den cierta aproximación a la realidad hebrea. Hubo tres clases de instrumentos: de cuerda, de viento (→ cuerno; bocina) y de percusión.
En el Nuevo Testamento hay quizás menos apreciación por la música instrumental en sí (cf. 1 Co 13:1), pero se nota un gran apego a los → himnos. No solo el Señor Jesús y los discípulos en el aposento alto (Mc 14:26), una referencia al canto litúrgico de los Sal 113–118), sino todos los cristianos apostólicos cantaban como expresión natural de su fe, y muchos himnos se hallan intercalados en el texto del Nuevo Testamento.
Bibliografía:
«Música», EBDM V, col. 364–379.
- Mefi-boset -
- Meguido -
- Melón -