Noé

Noé: Último de los diez descendientes de Set que se nombran en Génesis 5, hijo de → Lamec. Nació en días cuando la corrupción moral del mundo antediluviano había llegado a su colmo. Su nombre, no obstante las dificultades etimológicas, encierra la profecía del «alivio» o «descanso» que Jehová había de conceder por su medio en vista de la maldición de la tierra, cuyos efectos ya se destacaban (Génesis 5:28, 29). Noé se describe como «varón justo, perfecto en sus generaciones» (es decir, maduro delante de sus contemporáneos), que «caminó con Dios» (Génesis 6:9; cf. Hebreos 11:7).

Dios escogió a Noé para comunicarle sus designios, en vista de que los hombres se habían pervertido hasta el punto que solo el juicio del → diluvio podía ofrecer esperanza de un nuevo principio de vida (Génesis 6:11–13). Noé «halló gracia ante los ojos de Jehová» (Génesis 6:8), y su fe y sumisión hicieron posible que fuese escogido como instrumento de salvación.

Cuando recibió la comunicación divina, que incluyó los detalles sobre la construcción del arca (→ arca de Noé), «hizo conforme a todo lo que Dios le mandó» (Génesis 6:22). Era una persona de fe, y también un siervo obediente y activo.

La declaración divina de Génesis 6:3 señaló un período de gracia para la humanidad, el cual duraría 120 años, y es de suponer que corresponde al tiempo necesario para construir el arca y a la época de la predicación (2 Pedro 2:5). Evidentemente, hicieron caso omiso al llamado al arrepentimiento, con excepción de la familia inmediata de Noé, pues solo ocho personas se salvaron (1 Pedro 3:20), además de los animales.

El mundo fue «condenado» por el ejemplo de Noé (Hebreos 11:7); y una vez que los que habrían de salvarse estuvieron en el arca, «Jehová cerró la puerta» (Génesis 7:16). Seiscientos años tenía Noé cuando vino el diluvio, y permaneció 371 días en el arca: 40 días de lluvia, 110 del aumento de las aguas, 74 de mengua, y los demás durante las distintas pruebas hasta recibir la orden de salir (Génesis 8:15–19).

Al salir a la tierra, limpia por el juicio de Dios, Noé ofreció holocaustos (Génesis 8:20–22), acto que brindó el marco para el → pacto descrito en Génesis 8:20–9:17. Dios garantizó las condiciones necesarias para la renovada multiplicación de la vida humana en la tierra, la alternación normal de las estaciones, la promesa de que no habría más destrucción del género humano por agua, y un principio de gobierno humano.

El → arco iris había de ser la señal de este pacto de gracia (9:15–17). Noé renovó el cultivo de la tierra y se embriagó, quizás por ignorar la naturaleza del jugo fermentado de la uva. No obstante, este hecho propició la situación que culminó con la maldición de Canaán.

La maldición y las bendiciones de Noé, detalladas en Génesis 9:24–27, revisten carácter profético, y se cumplen en distintas épocas históricas al extenderse por el mundo los descendientes de → Sem, → Cam y → Jafet (Génesis 10). Noé murió a la edad de 950 años, y fue el último de los patriarcas longevos. El mismo Jesucristo confirmó la historicidad de Noé (Mateo 24:37, 38) y de sus tiempos.

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