Sardis: Ciudad muy antigua del Asia Menor, cuya situación dominaba todo el valle del río Lico. Fue la antigua capital del reino de Lidia, que alcanzó una riqueza legendaria bajo Creso (siglo VI a.C.).
Todavía en la época apostólica prosperaba, gracias al oro tomado del río Pactolo que la atravesaba, y al comercio que le proporcionaban cinco carreteras principales.
En sus primeros tiempos era una ciudad fortificada casi inexpugnable gracias a los acantilados que la rodeaban.
Pero cuando en 549 a.C. el rey persa Ciro asediaba a Sardis, un soldado observó la ruta por la cual descendía un defensor de la muralla para rescatar su yelmo caído, y esa noche Sardis cayó. La misma táctica permitió la captura de Sardis en 214 a.C., bajo Antíoco el Grande (cf. Apocalipsis 3:2–3, «sé vigilante… vendré sobre ti como ladrón»).
Ruinas del templo de Artemisa en Sardis. Los romanos llamaban Diana a esta diosa (Hechos 19:24–35).
El terremoto de 17 d.C. devastó la ciudad, pero gracias a la generosidad del emperador Tiberio, el historiador Estrabón (26 d.C.) pudo describirla de nuevo como una «gran ciudad». Las referencias a vestiduras (Apocalipsis 3:4–5) aluden a la industria principal de Sardis: la confección y tintura de vestidos de lana.
La iglesia de Sardis, destinataria de la quinta de las siete cartas de Apocalipsis 2–3, parece haberse llenado de altivez. Confiada en su gran reputación, carecía de indicios de vida. Sin enemigos visibles, gozaba de paz, pero la paz de la muerte.
Las advertencias del Señor, sin embargo, parecen haber surtido efecto. Sardis surgió después del primer siglo como centro cristiano. Cuenta entre sus hijos ilustres al obispo Melitón, comentarista y predicador.