Sello. Grabado cortado en distintos materiales duros tales como piedra corriente, metales o piedras preciosas, empleado para grabar un dibujo o marca específica sobre otra sustancia blanda, como barro o cera.
El uso de los sellos data de la más remota antigüedad histórica en las tierras bíblicas, pues servían como firma personal cuando pocas personas sabían escribir.
En Mesopotamia, donde tanto se utilizaba el barro como material para escribir, los sellos solían tener forma de rodillos; los grabados, más o menos complicados, al imprimirse sobre el barro, quedaban en forma rectangular.
Más tarde prevalecieron las formas cónicas. Un agujero, practicado en el sello, permitía atravesarlo con una cuerda, para llevarlo colgado al cuello, o atado al brazo o a la cintura (Génesis 38:18; Cantares 8:6).
Los egipcios preferían los escarabeos, o piedras cortadas en forma de escarabajos estilizados, y esta moda influyó en el contorno de los sellos en Palestina. Se prestaba para fabricar sellos en forma de anillo, fáciles de llevar en el dedo.
Los dibujos variaban muchísimo según el siglo y la región, y esto ha proporcionado datos muy valiosos a los arqueólogos modernos. Pero por lo general el sello llevaba el nombre de su dueño, con una señal distintiva que le caracterizaba.
La primera mención bíblica del sello se halla en el triste incidente de Judá y Tamar (Génesis 38:18), el cual indica su uso corriente entre personas de alguna distinción ya en la época patriarcal.
Los usos más comunes del sello eran los siguientes:
- Como firma para ratificar un documento, por ejemplo, el documento de compraventa de Hanameel y Jeremías (Jeremías 32:10–14, 44).
- Como prueba de la autenticidad de una orden real, sobre todo si intermediaba una segunda persona, por ejemplo, la acción de Jezabel en nombre de Acab (1 Reyes 21:8); o los poderes que dio Asuero a Mardoqueo (Ester 8:8).
- Para conservar un rollo escrito, y garantizar que no se abriera sino hasta que llegara el momento señalado y, entonces, solo por la persona autorizada (Apocalipsis 5:1).
- Para asegurar una puerta, o entrada similar, contra la intrusión de personas no autorizadas (por ejemplo, el sello sobre la tumba del Señor, Mateo 27:66; cf. el sello sobre el foso de los leones puesto por el rey Darío, Daniel 6:17; y el sello por el cual el ángel asegura la puerta del abismo para evitar la salida de Satanás, Apocalipsis 20:3). Una de las muchas formas de realizar esto consistía en extender una cuerda cubierta con barro y cera de un lado al otro de la abertura, para que una vez impreso el sello nadie pudiera pasar sin romperlo.
El sello se empleaba metafóricamente para indicar posesión, autenticidad, garantía o seguridad. Un libro sellado era un secreto hasta el momento de romper el sello (Daniel 12:4, 9; Apocalipsis 10:4).
El que recibe el testimonio del evangelio «atestigua» (en griego, esfráguisen, que significa puso su sello) que Dios es veraz (Juan 3:33), y el mismo verbo se emplea para indicar que el Padre «selló» al Hijo del Hombre como su mensajero auténtico (Juan 6:27).
La circuncisión de Abraham fue «el sello» de la justicia que había recibido anteriormente por la fe (Romanos 4:11), y los creyentes en Corinto constituían el sello del apostolado de Pablo (1 Corintios 9:2); ambos garantizaban autenticidad. Los creyentes efesios fueron «sellados con el Espíritu Santo de la promesa» (Efesios 1:13; cf. 2 Corintios 1:21–22; Efesios 4:30).
En todos estos casos el contexto del término señala que el Espíritu Santo aseguraba cuanto habían recibido ya los fieles (en el siglo II, el bautismo era considerado como un sello). El Espíritu constituye las arras de cuanto habían de recibir al ser introducidos en la herencia eterna.
En el Apocalipsis el sello en la frente (por ejemplo, 7:3–8; 9:4) es señal de pertenecer a Dios.