Sol, Astro que Dios creó para alumbrar la tierra y para marcar la marcha del tiempo (Gn 1:16–18; Sal 50:1). El sol nos habla de las cosas permanentes (Sal 74:17) y de la constancia de Dios (Sal 89:36).
El sol causa el crecimiento de las plantas (Dt 33:14; 2 S 23:4; Job 8:16), pero su calor también las marchita (Jon 4:8; Mt 3:16; Stg 1:11). Fatiga a los hombres (Sal 121:6; Is 49:10) y los puede destruir (Ap 16:8).
El resplandor del sol es símil de la → Gloria de Dios (Sal 84:11). Su trayectoria es figura del dominio de Dios y de su omnipresencia (Sal 19:4c–6; 113:3; Is 18:4; Ez 4:15). Los justos, los que aman a Dios, serán como el sol (Jue 5:31; Mt 13:43). Pero la gloria de Dios (Is 24:23) y de Cristo (Ap 21:23) son mayores que la del sol.
La potencia y la regularidad del sol se prestan en sentido negativo para expresar en la escatología los horrores del → Día de Jehová. El sol se convertirá en tinieblas (Jl 2:31), detendrá su marcha (Hab 3:11; cf. Jos 10:12; Is 38:8) y se pondrá negro (Ap 6:12; Hch 2:20) y al final ya no habrá necesidad de él porque la luz del Cordero lo sustituirá efectivamente (Ap 22:5).
Entre los paganos la adoración del sol estaba muy difundida. Bet-semes (casa del sol) es un topónimo que celebra esto. Los dioses Mitra, Aurora, Marduc, Baal, Ra, Osiris y Samas representaban al sol. Hubo veces en que los israelitas se entregaron a este culto (Lv 26:30; Job 31:26–28; Jer 8:2).
Manasés hizo oficial el culto al sol (2 R 21:3; 23:5, 11) y Ezequiel vio esto como una causa de la derrota de Judá (6:4, 6; 8:16s; Is 17:8).
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