SUMO SACERDOCIO. El sumo sacerdote era el más alto dignatario religioso, representante de la nación ante el Señor. Aarón fue designado para este cargo después de la proclamación del pacto en el Sinaí y de la orden de construir el Tabernáculo (Éx. 27:21; 28).
Al principio, Aarón había sido sólo el portavoz, el «profeta» de Moisés (Éx. 4:14-16; 7:1); cumplió la orden acerca del vaso de maná seguramente más tarde (Éx. 16:33-34); subió al Sinaí con sus hijos y los ancianos de Israel (Éx. 24:1, 9).
Moisés, en este momento, era el único admitido ante la misma presencia de Dios, bien en el monte, bien en el tabernáculo de testimonio (Éx. 19:3, 19; 20:21; 24:12-18; 33:7-11; 40:35).
Pero una vez que estuvo el tabernáculo levantado y listo para recibir los sacrificios se hizo necesario un sacerdocio permanente.
Entonces fue consagrado Aarón, junto con sus hijos, purificado, ungido y revestido de las vestiduras sacerdotales (Lv. 8). Habiendo ofrecido los primeros sacrificios por sí mismo, por su casa y por Israel, Aarón bendijo solemnemente al pueblo (Lv. 9).
El Señor expresó su aprobación manifestando Su gloria y consumiendo las ofrendas mediante fuego del cielo (Lv. 9:23-24). El hecho de la asociación de los hijos de Aarón con su padre hacía prever que el cargo de este último se haría hereditario (Éx. 28:43).
Eleazar, hijo de Aarón, vino efectivamente a sucederle (Nm. 20:25-26). A partir de entonces, el jefe legal de la casa de Aarón quedaba investido del sumo sacerdocio.
En la casa de Aarón es posible que el derecho de sucesión fuera dado por el derecho de primogenitura, excepto si el derechohabiente quedaba descartado por una enfermedad o mutilación previstas por la Ley (Lv. 21:16-23).
También, con frecuencia, las consideraciones teocrático-políticas tuvieron una gran influencia en la elección (1 R. 2:26, 27, 35).
La tradición había fijado la edad del inicio de funciones en los 20 años; sin embargo, Aristóbulo accedió al sumo sacerdocio a los 17 años (Ant. 15:3, 3). Había leyes especiales que determinaban cuál había de ser la conducta del sumo sacerdote (Lv. 21:1-15).
(a) Función. La función más importante del sumo sacerdote era hacer una vez al año expiación de todos los pecados del pueblo (véanse EXPIACIÓN, EXPIACIÓN [DÍA DE LA]).
Portando la sangre expiatoria, protegido por la nube de perfume alrededor de él, atravesaba el velo que separaba el lugar Santo del Santísimo, y se ponía ante el propiciatorio (véase PROPICIATORIO).
Hacía la expiación por sí mismo, por su casa, por el santuario y por todo el pueblo (Lv. 16:11-19). Después salía y confesaba sobre la cabeza del macho cabrío de escape todas las iniquidades de Israel, y el animal era conducido al desierto, llevando los pecados lejos de la presencia de Jehová (Lv. 16:20-22).
En todo esto, Aarón actuaba como tipo de Cristo (véase al final de este artículo). A cargo del sumo sacerdote estaba también la supervisión general del santuario, de los que ejercían el servicio, y del tesoro (2 R. 12:7 ss.; 22:4).
Era él quien debía consultar a Dios por medio del Urim y del Tumim (Éx. 28:30; Nm. 27:21; Dt. 33:8). Además de ello, tenía el derecho de ejercer cualquier función sacerdotal.
Solía ofrecer los sacrificios en día de sábado, de luna nueva y en las fiestas anuales (Guerras 5:5, 7). Presidía el sanedrín cuando este consejo debía debatir cuestiones religiosas (Mt. 26:57; Hch. 5:21).
(b) Sus vestiduras. Además de la túnica de lino fino blanco, vestidura de todos los sacerdotes, tenía una vestimenta oficial formada por: (A) El pectoral; cuadrado, hecho de oro, de hilo azul, púrpura, carmesí, y de lino fino retorcido; tenía cuatro hileras de tres piedras preciosas cada una, grabadas, llevando el nombre de cada tribu.
El Urim y el Tumim se hallaban en el interior del pectoral (véase URIM). (B) El efod, vestidura bordada con hilos de colores, y hecha del mismo tejido precioso que el pectoral.
Sus dos piezas, que cubrían la espalda y el pecho, se unían en los hombros mediante dos piedras de ónice, llevando cada una de ellas los nombres de seis tribus. El efod, que llevaba el pectoral delante, se ceñía a la cintura con un cinto tejido con los mismos materiales.
(C) El manto del efod era más largo que el efod, y se llevaba debajo, todo azul, sin mangas, adornado en su orilla inferior con granadas de azul, púrpura, carmesí y lino torcido que alternaban con campanillas de oro puro (véase CAMPANILLAS).
(D) La mitra era un turbante de lino fino. En una época tardía había otro tocado blanco encima de este último, coronado todo ello por una triple corona de oro.
Con un cordón azul se fijaba la placa de oro en la que iba grabada: SANTIDAD A JEHOVÁ (Éx. 28; cfr. Eclo. 45:8-13; Ant. 3:7, 16; 1 Mac. 10:20). (Véase MITRA). El sumo sacerdote se revestía de esta vestimenta oficial para el cumplimiento de sus obligaciones particulares.
(c) Consagración. Para la consagración del sumo sacerdote, entre otras ceremonias se echaba el aceite de la unción sobre su cabeza (Éx. 29:7; Lv. 8:12; Sal. 133:2); para caracterizarlo, se le llama «sacerdote ungido» (Lv. 4:3, 4, 16; 21:10; Nm. 35:25).
La diferencia entre la consagración de los sumos sacerdotes y la de los sacerdotes ordinarios no está totalmente precisada (Éx. 29:21; Lv. 8:30); pero la tradición de los rabinos hace residir esta distinción en la cantidad de aceite que se empleaba.
En tanto que se vertía abundantemente sobre la cabeza del sumo sacerdote, era vertido con moderación sobre la de un sacerdote ordinario.
Al principio, la función del sumo sacerdote era vitalicia, pero Herodes, y después de él los romanos, celosos de la autoridad que podía otorgar un cargo de por vida, los designaban y destituían a voluntad.
(d) Tipología. Aarón era el tipo de Jesús en su oficio como sumo sacerdote de la fe que profesamos (He. 3:1-3). Aarón, y sus sucesores, eran hombres pecadores, y se veían obligados a hacer primero expiación por sus propios pecados.
Además, sólo podían ofrecer sacrificios de animales, incapaces de borrar los pecados. Finalmente, eran mortales, y su sacerdocio se veía constantemente interrumpido.
En intenso contraste, Cristo es eterno a la manera de Melquisedec; absolutamente sin tacha, ofreció un solo sacrificio eficaz, viviendo desde entonces eternamente, de manera que Su sacerdocio intransmisible nos es suficiente para salvarnos perfectamente (He. 4:14-5:6; 7:21-8:6; 9:11-14; 10:11-14).
Jesús, habiendo traspasado el velo y entrado en el mismo cielo con Su propia sangre, intercede ahora por nosotros ante el Padre. De allí volverá para darnos la bendición eterna (He. 9:2428). (Véase HEBREOS (EPÍSTOLA A LOS].) Para la expresión «principales sacerdotes»,
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