Tienda. Vivienda propia de los pueblos nómadas o seminómadas y alojamiento de los ejércitos en campaña. En tiendas vivió normalmente el pueblo hebreo desde Abraham hasta Jacob, y desde el éxodo hasta la conquista de Palestina (→ Tabernáculo).
Etimológicamente, el vocablo hebreo significa «ser claro», «brillar», «verse a la distancia». En el desierto desde lejos podían discernirse los campamentos nómadas. Las pieles de cabra negra o de camellos se destacaban en contraste con la blancura del suelo. Las tiendas se estiraban por medio de cordeles atados a estacas clavadas en el suelo (Isaías 54:2; Jeremías 10:20).
Para dar cabida a más de una familia o alojar también animales, la tienda se dividía con cortinas de caña o de lana de cabra. El suelo se cubría con mantas de calidad variable según la situación económica de la familia. Las tiendas se prestaban magníficamente para la vida pastoril (Génesis 13:12; Isaías 38:12; Salmos 78:55; Hebreos 11:9).
Hechas muchas veces de tela negra tejida de pelo de cabra, las tiendas de campaña las usaban nómadas, pastores y soldados (Génesis 4:20; Jueces 8:11).
La construcción de tiendas fue la profesión de Pablo y Aquila (Hechos 18:3).
La tienda se usa mucho en el lenguaje figurado religioso y secular. Isaías 40:22 nos pinta el cielo como la gran tienda de Dios. En 2 Corintios 5:1 Pablo describe nuestra vida corporal como una tienda (tabernáculo) que pasa, se deshace, en contraste con la morada permanente en Dios. En la figura de Isaías 54:2, ensanchar la tienda es sinónimo de confianza en las promesas de Dios.
En general, la tienda es figura del hogar, de la protección. Su desaparición es penosa, equivale a la muerte (Isaías 38:12). Es figura del carácter peregrino del pueblo de Dios que busca una morada permanente en los cielos (Hebreos 11:9–16).