Los hebreos sepultaban a sus muertos bien en fosas cubiertas de losas, bien en cuevas naturales o artificiales, cuando las condiciones locales favorecían este tipo de sepultura (Gn. 23:9; Is. 22:16; Mt. 27:60; Jn. 11:38).
Las cavernas y grutas naturales eran prolongadas excavándolas más profundamente (Gn. 50:5). Las formaciones rocosas de los alrededores de Jerusalén están llenas de estas tumbas.
La entrada de la cueva o de sus cámaras sepulcrales se cerraba con una gran piedra redonda que se hacía descender rodando hasta encajar en su sitio (Mt. 27:60), impidiendo así la entrada de chacales u otros animales.
Por lo general, las tumbas se hallaban lejos de las viviendas; aunque algunas de ellas se hallaban en los jardines de algunas casas (2 R. 21:18, 26) o dentro de los muros de la ciudad (1 R. 2:10), por lo general estaban fuera de las ciudades, en ocasiones en recintos rodeados de árboles y de huertos (Jn. 19:41).
También era frecuente que las cámaras funerarias, excavadas bien a lo alto de una escarpada pared rocosa, se abrieran muy por encima del suelo.
Cada año, en el mes de Adar, se blanqueaba el exterior de los sepulcros, encalándolos (Mt. 23:27), no sólo para adornarlos, sino para advertir a los que pasaran por allí, a fin de que no los tocaran, lo que entrañaba una impureza legal.
La tumba individual era cavada en el suelo de la cueva, y recubierta con una losa, o bien tallada como un nicho en la pared rocosa.
El interior de algunos sepulcros presentaba un banco circular, tallado en la pared para recibir los despojos mortales, que se ponían en ocasiones en dos pisos de nichos o cavidades. Las tumbas grandes podían contener ocho y hasta trece cuerpos.
Por lo general, no se usaban féretros. Ocasionalmente, las tumbas de los ricos contenían sarcófagos de piedra. La entrada a la cueva era en ocasiones muy elaborada, o se erigía un monumento, como una sencilla columna (2 R. 23:17) o un mausoleo (1 Mac. 13:27).
Los hebreos y las naciones vecinas poseían sepulcros familiares (Gn. 49:29-31; 2 S. 2:31; 1 R. 13:22; 1 Mac. 9:19; 13:25). Había un cementerio público para los pobres, y un lugar donde sepultar a los extranjeros (2 R. 23:6; Jer. 26:23; Mt. 27:7).
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