Viuda. Mujer a la que se le ha muerto el esposo. Las numerosas referencias a las viudas indican que en la época bíblica había muchas mujeres en este estado y que su condición era triste (Rt 1.20s; Is 4.1; 54.4).
La viuda llevaba un vestido especial (Gn 38.14, 19; Judit 10.3s; 16.7). Podía volverse a casar de acuerdo con la ley del → Levirato, pero este era un asunto algo complicado. Las viudas de los reyes llegaban a ser propiedad de los sucesores. No es de extrañarse, pues, que la viudez se usaba como figura de tristeza y desolación (Lm 1.1; Is 47.8s; Ap 18.7).
La legislación hebrea defendía a las viudas (Éx 22.12s; Dt 14.29; 16.11, 14; 24.17). Los profetas pronunciaban juicio contra los que las oprimían (Job 24.3; Is 1.23; 10.2). Además, el Antiguo Testamento presenta a las viudas como objeto especial del cuidado y la misericordia de Dios (Sal 68.5; 146.9; Pr 15.25; Jer 49.11). Preocuparse por ellas es una característica de la verdadera religión (Job 29.13; Is 1.17; Jer 7.6; 22.3; Zac 7.10; Stg 1.27).
La iglesia cristiana heredó del judaísmo la misma preocupación por las viudas. Jesús condenó duramente a los fariseos por abusar de ellas (Mc 12.40). Una de las primeras obras sociales de la iglesia primitiva fue el hacer provisión para las viudas (Hch 6.1–4) y hacia el fin de la edad apostólica vemos la misma preocupación (1 Ti 5.9–16).
Respecto a segundas nupcias para las viudas, Pablo aconseja en 1 Co 7.8, 9, 39 que no lo hagan, aunque en 1 Ti 5.14 exhorta a las viudas jóvenes a que vuelvan a casarse.