La bien conocida frase «Descendió a los infiernos» proviene del llamado Credo de los Apóstoles, y constituye una interpretación forzada de varios pasajes.
No hay evidencia bíblica de que Cristo fuera en Su estado separado, en Su muerte, a otro lugar que al Paraíso (cp. Lc. 23:43, 46). Hay un solo pasaje que ha sido objeto de todo tipo de teorías e interpretaciones diversas, el de 1 P. 3:18-20.
En base a este pasaje hay los que afirman que después de Su muerte Cristo fue a predicar el evangelio a los espíritus encarcelados. No obstante, esto no es lo que dice el pasaje.
Pedro habla, en el contexto, de una exhortación a los cristianos, de avergonzar a los incrédulos mediante su buena conducta, que así les serviría de testimonio, de la predicación que tuvo el mundo antiguo, y cómo los espíritus encarcelados, que habían vivido en aquellos tiempos, habían sido desobedientes a la predicación que les había sido dada por el Espíritu de Cristo en Su paciencia (cfr. Gn. 6:3; 1 P. 1:11).
Con esto concuerda la afirmación de las Escrituras de que Noé fue pregonero de justicia. Otros pasajes que se aducen en apoyo de esta teoría tienen su explicación más natural con independencia de ella.
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