Obispo

Obispo
Transcripción corrupta del vocablo griego epı́skopos (que significa vigilante, inspector o superintendente). Se usaba en sentido secular muchos años a.C., y se adoptó en el vocabulario cristiano. En el transcurso de los años llegó a significar el puesto de un alto jerarca eclesiástico, aunque muy distinto del sentido del Nuevo Testamento.

Según el Nuevo Testamento, el obispo era un hombre llamado y dotado por Dios para cuidar de la iglesia local (Hechos 20:28). Ser obispo se consideraba como «buena obra» (1 Timoteo 3:1). Sus cualidades de maestro, pastor y administrador se detallan en 1 Timoteo 3:2–7 y Tito 1:5–9. Si Filipenses 1:1 describe un caso típico, en cada iglesia había varios obispos; cf. la pluralidad de → ministros en Hechos 13:1.

La responsabilidad del obispo es «apacentar la Iglesia del Señor» (Hechos 20:28). No difiere de la responsabilidad de un pastor (poimén) ni de un → anciano (presbíteros). En Hechos 20 leemos que Pablo convoca a los «ancianos» de Éfeso (v. 17), los llama «obispos» (v. 28) y les encomienda la obra pastoral con el rebaño (v. 28).

Asimismo, escribiendo a Tito, Pablo lo instruye para «establecer ancianos en cada ciudad» (1:5) que sean irreprensibles, porque «es necesario que el obispo sea irreprensible» (1:7). Para Pablo, obispo y anciano eran sinónimos, con la excepción de que el obispo había de ser «apto para enseñar» (1 Timoteo 3:2), mientras que no todos los ancianos trabajan en la palabra y en la enseñanza (1 Timoteo 5:17). No obstante, el Nuevo Testamento nunca supedita al anciano al obispo jerárquicamente. Cada congregación la gobernaba un conjunto de líderes llamados indistintamente ancianos u obispos.

La costumbre del episcopado monárquico, o sea, el gobierno de una iglesia por un solo obispo, incluyendo sus ancianos y diáconos, es muy antigua. En las cartas de Ignacio de Antioquía al comienzo del siglo II, y en las de Hipólito a fines del mismo siglo, se nota que el episcopado monárquico ya se había establecido. Pero aun ellos no procuraban justificar sus ideas por mandamientos del Señor ni por autoridad bíblica. Como admite Jerónimo, el episcopado jerárquico es el resultado de la costumbre, no de revelación.

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